domingo, octubre 29, 2017

Instrucciones para ordeñar a las vacas sagradas

“El sentido del humor es una defensa que nos permite
percibir ciertas cosas horribles que no podemos remediar.”
Jorge Ibargüengoitia

            En algún lugar irónico, la incongruencia entre los inicios y los desenlaces enfatiza la vulnerabilidad de los hombres ante los caprichos de la fortuna, súbitamente se desencadenan los motivos hilarantes, hasta entonces reprimidos, y así, por el efecto implacable del humor, en una parodia galopante se desmoronan los íconos vetustos de la historia oficial…

            Dicen los que saben que el canon es el entorno exclusivo donde residen los genios que suelen ser personajes cuyo talento es indiscutible porque excede los parámetros de la mediocridad; pero el canon también alberga a los elegidos que suelen compensar la escasez de méritos con la abundancia de lisonjas y la exuberancia de sus halagos. Por eso, aquellos que no someten su opinión al criterio imperante y los irreverentes que no aplauden por compromiso no ascienden a la cima del arte.

            Uno de los marginados de la élite literaria es Jorge Ibargüengoitia, el escritor que destrozó la solemnidad de la historia oficial cuando humanizó a los íconos de la patria al atribuirles los matices de la imperfección que compartimos todos los humanos. Su obra de teatro “El atentado” ganó el premio de la Casa de las Américas en 1963 pero en México se estrenó hasta 1975 porque las autoridades recomendaron a los productores que no se montara “porque trataba con poco respeto a la figura histórica” del general Álvaro Obregón, lo que intensificó la propensión a la irreverencia de Ibargüengoitia. Su atrevimiento excedió los límites de la conveniencia y más allá de los convencionalismos ordeñó a las vacas sagradas, que por muy sagradas que fueran seguían siendo vacas y alguien tenía que ordeñarlas.

“Irrespetuoso” es también el retrato de los caudillos revolucionarios en “Los relámpagos de agosto”, la primera de las novelas en que esgrimirá la ironía para revelar el matiz ligero de la historia, las reglas no escritas del ambiente provinciano, el ímpetu de una generación atrapada en los vestigios del conservadurismo y los veleidosos e insospechados motivos del crimen. Sus novelas son como una brisa en la canícula de agosto: siempre reconfortantes por las sonrisas que provocan.

Pero lo que le permitió acercarse a los lectores, alejándolo aún más del canon, fueron sus columnas publicadas en el periódico Excélsior y en las revistas Proceso y Vuelta. Deliberadamente, Ibargüengoitia abandona la intensidad de los problemones existenciales y agudiza el sentido del humor como una defensa ante lo irremediable. Los títulos y subtítulos de sus columnas reflejan su talento para describir las ironías cotidianas, por ejemplo: “No soy nadie pero estorbo/Escenas de la vida burocrática” publicada en “Instrucciones para vivir en México”. La columna periodística fue “la rutina más agradable” y el pretexto para compartir los episodios de su vida, aportando al periodismo un enfoque inédito que muchos imitaron después pero que ninguno ha superado.

Esta noche y gracias a la gentil consideración de Olga Angulo, platicaré de Jorge Ibargüengoitia en el ciclo “Los Imprescindibles” en el Café Literario del Teatro del Estado a las 7:00 PM. Lo invito a participar en este atentado contra la solemnidad, para recuperar el sentido del humor que la realidad nos arrebata impunemente, para conspirar en una parodia galopante y desmoronar, otra vez, a los íconos vetustos de la historia oficial…


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