“Seamos
realistas, pidamos lo imposible”
Herbert
Marcuse
En algún lugar del
porvenir se construyen los ideales y se configuran las utopías; cuando llega el
momento, la realización de los sueños exigirá el abandono del pasado para
materializar los anhelos y las convicciones…
Como
ejemplo vivo de mi generación, permanezco en una etapa intermedia hacia la
digitalización: celebro las bendiciones de la tecnología en el acceso a la información
y para mantener el contacto con los seres queridos, pero aún prefiero las
versiones concretas y tangibles. Por ejemplo, después de buscar y buscar sin
éxito en bibliotecas y librerías, le doy gracias a la nube cuando encuentro el
ansiado libro digitalizado; lo leo, lo disfruto, lo atesoro… pero sigo
anhelando la versión impresa. Uno de los síntomas de mi causi-digitalización es
la estrecha cercanía con las ideas y las palabras: mis libros consentidos
acompañan mis sueños porque reposan plácidamente cerca de la cabecera de mi
cama. Uno de los autores con quienes mantengo esa estrecha cercanía es Julio
Cortázar, a quien reencontré anoche en Internet en una fotografía tomada
en un puente de París durante la
Primavera del 68 junto a la famosa frase de Marcuse. En aquel entonces, y
ahora, la frase de Marcuse exalta la asombrosa capacidad de nuestra especie
para imaginar un futuro mejor; pero Marcuse también detectó la fragilidad de lo
utópico cuando “está bloqueado por el poder de las sociedades establecidas”. Y
yo me atrevo a agregar “por la resistencia al cambio de hábitos y actitudes”.
Todo
avance implica el abandono de lo conocido y lo cotidiano. Por eso, los primeros
proyectos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador han provocado reacciones
contrastantes. Una de ellos es la descentralización de las secretarías y
dependencias del gobierno federal; durante décadas, fue poco menos que un sueño
guajiro: se admitía su conveniencia, pero se descartaba por la magnitud del
esfuerzo requerido y por el costo político de su implementación.
Como
lo han reconocido los expertos, la descentralización es “un mecanismo efectivo
y adecuado que generaría desarrollo económico y potenciaría ciudades”. El
desacuerdo surge por la mudanza y todo lo que implica: el cambio del domicilio
y de hábitos, la adaptación al nuevo entorno. No será fácil, pero no es
imposible. Muchos empleados del gobierno federal y del sector privado han
trasladado su residencia varias veces porque así lo exige la normatividad de la
dependencia o las estrategias de la empresa. Es una cuestión de disciplina y
actitud.
Estamos en uno de esos momentos históricos que delimitan el
antes y el después. Si realmente estamos convencidos de la imperiosa necesidad
de transformar al país, debemos aceptar que el cambio, tan ansiado y esperado,
se logrará con la suma de todos los esfuerzos individuales.
Actualicemos la frase de Marcuse: seamos realistas y logremos lo imposible. La construcción
del porvenir es una tarea multitudinaria, es un desplazamiento masivo y una
mudanza de actitudes porque la realización de los sueños exige el abandono del
pasado para materializar los anhelos y las convicciones…
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