domingo, agosto 19, 2018

La noche de un día soleado. 50 años de silencio. Segunda parte


“Tiempo al tiempo y cada huella irá encontrando su arena.”
Jorge Drexler


En algún lugar hermético y ferozmente custodiado languidecían las imágenes de un dolor recluido en el olvido; pero las leyes del tiempo son implacables y nada ni nadie se resiste a sus efectos…  

Mientras todo el mundo celebraba la paz olímpica, en 1968 se implementaba el mecanismo de control para silenciar cualquier testimonio capturando todos los vestigios de la verdad del movimiento estudiantil y la mediocracia se sometió a la prohibición gubernamental de publicar fotografías y testimonios.

El flagelo de la censura oficial sometió a todos los medios… excepto a uno: la revista ¿Por qué? de Mario Menéndez Rodríguez (testigo presencial de la masacre de Tlatelolco), fue la única que publicó las fotografías de aquella noche y las declaraciones de los sobrevivientes que fueron entregadas por los periodistas y reporteros que las captaron porque no serían publicadas en sus respectivos medios. Mario Menéndez Rodríguez fue perseguido por el gobierno; las instalaciones de la Revista ¿Por qué? fueron destruidas, literalmente, pero ningún periódico publicó la noticia y nadie se atrevió a defenderlo. Fue aprehendido y sentenciado a 30 años de prisión en Lecumberri; tras una negociación, recuperó su libertad pero perdió la ciudadanía mexicana. Emigró a Cuba y se dedicó a escribir sobre sus experiencias pero ninguno de sus libros se ha publicado en México.

Todos los intelectuales orgánicos callaron… menos uno: Octavio Paz renunció a la embajada en la India y en respuesta a la petición del Comité Organizador de aquellos Juegos Olímpicos escribió el poema “México: Olimpiada de 1968”, que no se leyó en la ceremonia de inauguración porque sus versos equiparaban la plaza de Tlatelolco con el altar azteca de sacrificios humanos, omitiendo deliberadamente cualquier alusión a la gloria olímpica.

Y entonces, en el silencio generalizado, surgieron las versiones apócrifas que durante décadas distorsionaron la realidad y que aún ahora deambulan en las arengas de todos los ingenuos que aún creen en la amenaza del comunismo internacional en el 68. Los estudiantes comprometidos con el movimiento, flagelados por los artificios de un régimen represivo, se incorporaron al silencio forzado y todos los testimonios se marginaron por la contundencia del olvido institucionalizado, cuya vigencia trascendió los primeros gobiernos de alternancia. Sistemáticamente, todos los intentos por dignificar el movimiento fueron demeritados y las memorias, mancilladas; las marchas conmemorativas devinieron en episodios de vandalismo.

Así como infiltraron a sombríos personajes del régimen entre las filas de los estudiantes, deslizaron motivos apócrifos que distorsionaron la narración de los hechos en la versión oficial de un capítulo prohibido. Los recuerdos de quienes vivieron aquellos tiempos eran indiscreciones ficticias, el cuento de nunca acabar en cualquier conversación, poco menos que obsesiones delirantes por una fiebre anacrónica porque en los albores del siglo XXI seguíamos esperando la reivindicación por las leyes del tiempo…

Continuará                                                       

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