En algún lugar veleidoso, muy
lejos de la consistencia, las fobias se convierten en filias, los ataques
encarnizados se transforman en lisonjas disfrazadas y en un giro insólito, se rompen
lanzas por los enemigos de antaño…
La victoria de Andrés Manuel
López Obrador fue contundente, insólita. El próximo régimen inicia con un
efecto trepidatorio conmocionando las estructuras de la parafernalia mediática
al servicio del gobierno. La comentocracia y los opinólogos orgánicos han hecho
gala de sus mejores artificios para atenuar el giro excéntrico de su
perspectiva y disimular el contraste en sus críticas. Algunos se ufanaban como
moderados e imparciales porque insertaban su rechazo entre las líneas de su
discurso enfatizando su postura con medios tonos y medias tintas. Aquellos que
aprovecharon las bondades del periodismo para defender su condición orgánica,
lanzaron críticas implacables con el pretexto de formar opinión.
Sin saber cómo ni cuándo,
aquellos que atacaron ferozmente al candidato ahora le desean la mejor de las
suertes al virtual presidente electo, justifican sus propuestas y se afanan en detectar
las ventajas de lo que alguna vez descalificaron. Categóricamente, pero con
discreción, se desplazaron de un extremo a otro. Ahora, los unos y los otros,
se desdicen con la gracia del cinismo y se atreven porque creen, firmemente, en
la escasa memoria de la gentil audiencia.
Sea como fuere, encubrir las
filias y las fobias entre las palabras de una nota informativa es mucho más que
una ofensa a la inteligencia porque desvirtúa la esencia del periodismo,
definido por Gabriel García Márquez como el “mejor oficio del mundo”. Y tratar
de encubrir el giro absoluto en sus intereses, es un flagelo insufrible. La
simpatía por algún partido, la adherencia a una ideología o la defensa de un
proyecto son humanamente inevitables, pero deben asumirse éticamente, como
deben admitirse los errores, las omisiones y los cambios de perspectiva.
Hoy por hoy, cuando Andrés
Manuel se prepara para recibir las carpetas de la administración pública, como
secuela de la designación de Manuel Bartlett como el próximo director de la
Comisión Federal de Electricidad, la comentocracia ha divulgado toda clase de
opiniones incluyendo la redefinición de la caída del sistema en 1988 como una
“elección inequitativa”, como el gran “mito” que “transformó el sistema
político mexicano en una auténtica democracia”. Los orgánicos pretenden
redimirse y se disfrazan de transgénicos.
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