domingo, septiembre 09, 2018

Alter ego encarnado. La canción del poeta


En algún lugar incontenible florecen los aromas que inundan la mirada; la esencia otoñal es temeraria, impetuosa, se opone y se resiste, con toda fuerza sensible, a las formalidades y protocolos…  

            El miércoles 29 de agosto, en un evento organizado por la Junta Local del INE en Baja California con motivo de la entrega de reconocimientos a l@s consejer@s electorales cuya designación concluyó, gentilmente me asignaron la exposición de motivos y les dije que una feliz coincidencia nos condujo a todos los ahí reunidos al ámbito electoral.

            Que como consejer@s nos percatamos de que en un proceso electoral, todos los días y todas las horas son hábiles, que los plazos son angustiosamente impostergables y que las responsabilidades de l@s consejer@s no están debidamente contempladas en la legislación electoral porque la cuantía y la calidad de sus esfuerzos excede, por mucho, lo plasmado en la ley. Que cuando cumplieron en tiempo y forma con las exigencias de la estrategia nacional, atendiendo punto por punto los lineamientos emitidos por el Consejo General, lo hicieron por la satisfacción del deber cumplido.

            Extraje el recuerdo más envolvente de mi experiencia en un consejo distrital para explicar el pequeño prodigio que se realiza cuando encontramos en otros la misma convicción y el mismo valor civil que nos impulsa a trabajar por el bien común; me hubiera gustado citar a Octavio Paz para confirmar que el mundo cambia cuando aquellos que se buscan, se encuentran.  Confesé que las palabras no bastaban para reconocer el valor de sus esfuerzos, que no encontraba los adjetivos…  Entonces, les hubiera dicho que las grandes hazañas de la historia se han logrado por la maravillosa fuerza de la afinidad; que las convicciones suelen generar apego y pertenencia y que por eso duele desprenderse del alter ego encarnado en l@s compañer@s.

            Les hubiera dicho que la mexicanidad auténtica se configura con las aportaciones de ciudadan@s como ell@s; que el único valor constante en la ingeniería social es la consistencia de los ideales. Hubiera descrito los matices del color de esa feliz coincidencia, hubiera parafraseado a Saramago… pero desde hace algún tiempo he sido presa de las lágrimas y cada vez me doblegan con mayor facilidad; sucumbo sin motivos aparentes y cuando menos lo espero porque no hay señales previas que me alerten. Las palabras se detuvieron por el nudo que me cerraba la garganta, mi voz se distorsionó y todo lo que quería decir se disolvió en el “hubiera”. Cuando las fibras sensibles se apaciguaron, la canción del poeta merodeaba mi mente hasta que la resignación me sorprendió repitiendo el síntoma inequívoco de mi edad: “cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer”.

            Querid@s compañer@s: con este acto de contrición quise revertir la inclemencia del “hubiera” y decirles ahora, lo que en su momento no pude… porque es más fácil escribirlo que decirlo porque la esencia otoñal es temeraria, impetuosa, se opone y se resiste, con toda fuerza sensible, a las formalidades y protocolos…  

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