En algún lugar de la ingenuidad y en la total
indefensión, todos los gestos son indicios de un carácter subversivo y todas
las palabras se traducen en amenazas…
Cuando Don Pedro Ferriz Santa Cruz advertía
de la proximidad de los extraterrestres y su incursión en la vida cotidiana de
todos los habitantes de la Tierra, no imaginaba que la frontera de la
privacidad sería derribada por artefactos diseñados en este planeta.
Desde que el mundo es mundo, la
vigilancia y el espionaje han sido el fundamento de la decisión de líderes,
generales y gobernantes. En cuestiones del estado, la definición de
“inteligencia” adquiere un significado implacable cuando la defensa de la seguridad
nacional es el motivo que la justifica. En la actualidad, la invasión de la
privacidad es un artificio utilizado despiadadamente con fines de lucro:
siguiendo el rastro de las transacciones es posible configurar el perfil de un
usuario y deducir sus preferencias para bombardearlo con promociones en las
redes sociales. Esta es la aplicación más benigna porque existen programas que
pueden invadir un teléfono “inteligente” para acceder a los mensajes en el
correo electrónico, para identificar a los contactos, para escuchar
conversaciones y filmar todas las escenas del día protagonizadas por un usuario
incauto.
No. No es el argumento de una novela de
ciencia ficción. Se trata de un virus (malware) creado por la empresa israelí
NSO Group para convertir los teléfonos celulares en dispositivos de vigilancia.
El espía se instala en el teléfono celular cuando el usuario reacciona con un
“click” a un mensaje, a un meme o a una promoción. En 2017, varios abogados,
activistas, periodistas, académicos y defensores de los derechos humanos en
México denunciaron el espionaje a través de sus teléfonos celulares y se
identificó al programa “Pegasus”, suministrado por NSO Group al gobierno
mexicano. Inmediatamente después, el presidente Peña Nieto instruyó a la
Procuraduría General de la República para la investigación del mal uso y la
perversa implementación del virus.
No. No es el argumento de un cuento surrealista: El implicado en la adquisición del virus espía se investigaría a sí mismo; tal vez por eso, desde entonces a la fecha, la investigación no avanza. Y ya en los límites del realismo mágico, los funcionarios mexicanos encargados de la investigación solicitaron el apoyo del FBI, pero la agencia norteamericana decidió no involucrarse en lo que calificaron como una simulación.
No. Este no es el final del cuento. NSO Group
continúa produciendo y suministrando ciber armas al mejor postor para la “prevención
del crimen y del terrorismo” insistiendo en que no se responsabiliza por el mal
uso de su programa. El New York Times revela el espionaje a un emir, a un
príncipe saudí y al editor de un periódico árabe como una muestra del programa que
NSO realizó para convencer a un cliente potencial; mientras tanto, los
denunciantes mexicanos se integraron a las demandas legales interpuestas en
Israel y Chipre porque en la total indefensión, todos los gestos fueron
indicios de un carácter subversivo y todas las palabras se tradujeron en
amenazas…
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