“Parece
necesario recordar que, en democracia,
el poder
político siempre es limitado y se sujeta a la ley.”
Ciro
Murayama
En
algún lugar claroscuro se registran los vaivenes de los ideales; la retórica
obedece al criterio imperante y por eso, algunos hitos se escriben con ética
democrática y otros, con la perorata vergonzante de las tiranías…
Dicen
los que saben, que el lunes 20 de enero es el día más triste del año. Para
algunos, el fin de las fiestas y el inicio de la cuesta de enero son motivo de
tristeza; para mí, y para muchos ciudadanos en México, el motivo de la tristeza
de este lunes es la amenaza a la autonomía del INE, el órgano ciudadano que ha
organizado elecciones libres y auténticas logrando la alternancia y la erradicación
del autoritarismo.
La reforma
que está preparando el partido en el poder vulneraría la condición autónoma del
INE en un retroceso brutal que se inscribiría en la larga lista de los momentos
más vergonzosos en nuestra historia. Los hitos de la democracia en México son
claroscuros de un ideal de largo aliento, algunos son una auténtica vergüenza,
pero otros, motivo de optimismo; no voy a remontarme a la entrevista de James
Creelman a Porfirio Díaz, me limitaré a rememorar los episodios que exhiben los
excesos del poder como un surrealismo rampante en su máximo esplendor.
Este breve recorrido inicia
en 1976 con una boleta electoral con un contendiente único, lo que exhibió la arrogancia
de partido gobernante. En aquel entonces, la responsabilidad de organizar las
elecciones recaía en la Comisión Federal Electoral presidida por el Secretario
de Gobernación porque el órgano electoral dependía del poder Ejecutivo y
cumplía con la doble función de calificar la elección y atender los caprichos
del candidato como paladín del Ejecutivo.
José López Portillo fue el único candidato en la boleta electoral y fue
postulado por el Partido Revolucionario Institucional, por el Partido Popular
Socialista y por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana; el candidato
del Partido Acción Nacional no contendió en
los comicios porque no alcanzó el porcentaje establecido en sus
estatutos para la elección interna y los votos para los candidatos del Partido
Comunista Mexicano y del Partido
Femenino se calificaron como nulos porque los partidos no tenían registro
oficial.
Fuimos el hazmerreír
mundial y el colmo del cinismo. La retórica del surrealismo registró este
episodio así: “Muchos años después, en una entrevista a Enrique Krauze, el expresidente
José López Portillo habría de recordar aquella tarde de julio en que, con un
solo voto, el voto de su madre, ganó la elección”.
Este recorrido continuará
en las próximas columnas. Por lo pronto, y en mi calidad de ciudadana,
apegándome a los principios democráticos que me comprometí a observar desde que
rendí protesta como consejera electoral, con la ética como argumento primigenio
y según mi leal saber y entender, hago eco del llamado en defensa de la
autonomía de la institución electoral; de no hacerlo, escribiríamos el próximo
hito de la democracia con la perorata vergonzante de las tiranías...
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