miércoles, febrero 05, 2020

La transfiguración de los conceptos


Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Evelyn Beatrice Hall

En algún lugar dogmático, por los efectos de la intolerancia, se transfiguraron los ideales en una versión apócrifa de la ciudadanía y, eludiendo los límites de la cordura, se propaga el virus pernicioso del fanatismo…
   
A todas las revoluciones las precede un periodo de concientización cuya intensidad se revelará en el ejercicio de la ciudadanía en el nuevo régimen. Desde sus orígenes, la ciudadanía implica la pertenencia a una comunidad y las definiciones, los derechos y las obligaciones de un ciudadano obedecen la ideología inculcada, pero hay un límite: la ciudadanía, como atributo y como ideal, no admite radicalismos; como una convicción generalizada, la ciudadanía no debe distorsionarse en una creencia y jamás debe convertirse en un fanatismo político; como factor de identidad y pertenencia, la ciudadanía nos hermana y nos iguala, jamás debe exacerbar las diferencias.

A la instauración de la 4T le preceden 18 años de “concientización” a todo lo largo del territorio nacional con un discurso que confirmó, y sigue confirmando, la efectividad de la propaganda goebbeliana enardeciendo la frustración y el desencanto provocado en los regímenes anteriores. Y la orquestación no terminó con el triunfo electoral:  todos los días en las mañaneras y en los domingos provincianos, el mandatario propaga “slogans” con los matices de una homilía. 

Por eso ahora, la definición de ciudadanía toma un nuevo rumbo traspasando sus límites para transfigurarse en una militancia exacerbada; como suele suceder en los regímenes de ruptura, las convicciones se transforman en dogmas, las manifestaciones de la ciudadanía reflejan los excesos que la desvirtúan y aparecen los estragos del fanatismo en una población segmentada en sectores antagónicos.

La ciudadanía en la 4T se caracteriza por la intensidad de sus reacciones (y ofensas) a la crítica, por los desplantes de superioridad ante la oposición, por el celo con que defienden el dogma del régimen, por la ceguera selectiva que les impide percatarse de sus incongruencias, impericias y ocurrencias; pero ser morenista no es justificación para demeritar ni ofender a quienes sostienen opiniones distintas, y mucho menos, para denigrar a los animales en vulgares comparaciones.  

Y así, los barbarismos se instauraron en este régimen. Por eso, es imprescindible fortalecer los contrapesos y conservar la independencia de los órganos autónomos para evitar el advenimiento de un neoabsolutismo; hasta hoy, el ejercicio de la ciudadanía se limitaba a la inscripción en el registro electoral y a la emisión del voto, pero ahora, la ciudadanía debe manifestarse respetando las diferencias y la crítica, como el vínculo que nos une y nos identifica a los mexicanos más allá de filias y fobias que ahora nos separan. Ser mexicano, en la 4T y siempre, implica solidaridad con las causas justas y el ejercicio del pensamiento crítico para construir un país mejor, inmunizándonos contra el virus pernicioso del fanatismo…


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