domingo, noviembre 19, 2006

Avatares

En algún lugar del patriotismo, donde nacen los héroes y se conmemoran las epopeyas, los capítulos de la memoria colectiva se han relatado con la caligrafía de los vencedores, pero el efecto de la historia oficial no es inmutable y tampoco indeleble…

Durante el trayecto de un modelo a otro, en los periodos comprendidos entre el fin de una época y el principio de otra, suelen coincidir la crisis de un paradigma y los hitos que definen el rumbo de la historia.

Los usos y costumbres, las tradiciones y los ritos confieren identidad a una sociedad y unifican las visiones de la realidad en torno a un criterio único. Sin embargo, en la memoria colectiva no sólo fluyen las experiencias individuales; la versión de los vencedores influye en forma decisiva en la configuración de la historia oficial, de los paradigmas y el criterio dominante.

Durante el Priato se evocaba la gesta heroica de la revolución porque ahí reside origen de ese partido, y por eso, se instauró una versión oficial de la historia y un protocolo que entronizaba al presidencialismo.

La hegemonía del PRI y aquella ideología de la revolución mexicana perecieron ante la tecnocracia que entronizó a Carlos Salinas, al neoliberalismo capitalista. Desde entonces, las leyes del mercado han sido más poderosas que cualquier proyecto de nación, incluyendo al paradigma del Priato.

Ahora que el grupo en el poder desciende de los principales afectados por la revolución mexicana y la guerra cristera, herederos de la estirpe latifundista, es evidente el desapego del régimen foxista hacia los rituales revolucionarios institucionalizados durante el Priato.

Este desdeño se ha expresado, en estricto orden retroactivo: con la cancelación del desfile oficial conmemorativo de la Revolución Mexicana, con el repentino traslado del séquito presidencial a Dolores Hidalgo para la ceremonia del grito de Independencia, y con la deslucida entrega del VI Informe del Gobierno de Vicente Fox en el vestíbulo del Congreso de la Unión.

No obstante, éste lunes, que será el último 20 de Noviembre en la administración foxista reviste especial importancia: porque vamos a tener la oportunidad inaudita de atestiguar las manifestaciones de las corrientes que luchan por el poder político.

Por la derecha, el gobierno federal ya tiene todo listo para un discreto acto oficial ante una estatua de Francisco I. Madero, dentro del estrecho círculo del poder y dentro del perímetro de máxima seguridad en Los Pinos.

Por la vertiente del gobierno perredista del Distrito Federal, la cabalgata revolucionaria culminará con el desfile deportivo, sucedáneo de la conmemoración cancelada por el gobierno federal. Además, por la tarde y bajo la vigilancia de efectivos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, se llevará a cabo en el Zócalo capitalino la ceremonia donde se ungirá como Presidente Legítimo a Andrés Manuel López Obrador. Distanciado del clero pero con la bendición de la Iglesia Cristiana del Pentecostés, se establecerá esta fecha como la iniciación de un movimiento de oposición y resistencia civil, que deberá sobrevivir fuera de las instituciones oficiales y, peor aún, fuera del presupuesto.

Así pues, el ritual de la revolución mexicana heredado del Priato adquiere dos connotaciones diferentes: será el deslinde del PRD y López Obrador, y será la denostación del gobierno federal al populismo asistencialista.

Los avatares en la ideología política se reflejarán en el paradigma de la revolución mexicana, porque las mudanzas en Los Pinos implican un cambio en la visión del país, en la significación del pasado, de su realidad y de su porvenir… tal vez, nacerán otros héroes y se conmemorarán otras epopeyas, porque la tinta oficial no es indeleble y los capítulos de la memoria colectiva que se relatan con la caligrafía de los vencedores no son, ni serán, inmutables…

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