domingo, noviembre 12, 2006

En el Borde Marginal

En algún lugar del limbo, donde el aire respirable está repleto de moléculas suspendidas de vacío, pululan, con una parsimonia espantosa, las omisiones y las indecisiones; y allá, en el abismo de la indefinición, se mezclan y se confunden las corrientes subrepticias que enturbian el ambiente…
Las explosiones registradas en la madrugada del lunes 6 de Noviembre en la Ciudad de México, reivindicadas por cinco grupos de la guerrilla, han provocado varias reacciones y han suscitado diversas teorías.
Es posible que el motivo de esos estallidos haya sido provocar el pánico generalizado y el consecuente repudio a la demostración de fuerza desplegada por la Asamblea Popular de Oaxaca (APPO).

Tal vez, con la explosión en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se pretendía inculpar al PRD y a las huestes lopez-obradoristas; es probable que se quisiera victimizar al PRI con el siniestro estallido de los dos artefactos que destrozaron el auditorio Plutarco Elías Calles en la mismísima sede del partido; y el ataque a una sucursal bancaria podría interpretarse como una manifestación del resentimiento de los marginados.

Algunas elucubraciones indican que las explosiones obedecieron a una maniobra de distracción, para desviar la atención de los desvaríos presidenciales, de las necedades, las omisiones y las pésimas indecisiones en Oaxaca, para justificar la intervención del clero en un conflicto político, para… qué se yo!

Y no faltan las especulaciones que señalan que el motivo principal de las explosiones es propagar la imagen de un régimen deficiente y propiciar en la ciudadanía la añoranza por el orden y la paz social del Priato.

Pueden ser muchas las razones y muy variadas las causas, pero el estallido de los ocho artefactos es una medida regresiva, que nos remite a los tiempos de los caudillos y bandoleros, cuando el monopolio de la violencia era una de las atribuciones del poder. Esas prácticas anacrónicas suelen tener éxito en el vacío de la autoridad, cuando la aplicación cabal de la ley implica un costo político.

Por eso ahora, han surtido el efecto deseado. La confusión y el desconcierto prevalecen en el periodo que ha transcurrido desde la declaración del presidente electo hasta la ceremonia del cambio de poderes; ha sido un compás de espera que adolece de un deslinde de responsabilidades: el presidente electo aún no puede gobernar y el presidente saliente ya no quiere hacerlo. Por es, es indispensable que ese plazo de indefiniciones se reduzca a su mínima duración.

Mientras tanto, la lucha por el poder se realiza en todos los frentes e involucra a todas las instancias. Las concertacesiones han sido inclementes y los únicos perjudicados han sido los ciudadanos, cuyos derechos han sido ignorados.

En Oaxaca, y en todo el territorio nacional, ante la ausencia de un liderazgo efectivo, de congruencia y autoridad, la confrontación para recuperar los cotos del poder ha sido atroz y se han utilizado todos los recursos posibles.

Entonces, no es extraño que para recuperar la fuerza perdida se utilicen pseudo-movimientos sociales, demandas de las minorías que alguna vez se postergaron por el costo electoral que pudiesen haber provocado, y hasta desatar una guerra de nervios mediante el pánico social.

Los estragos causados por la falta de un auténtico estadista al frente de la administración pública sólo podrán revertirse con una gestión gubernamental responsable, justa y equitativa.

Será imprescindible encontrar la autoridad como el aristotélico punto medio entre el autoritarismo y la anarquía, para ubicarnos muy lejos del limbo donde el aire respirable está repleto de moléculas suspendidas de vacío, para dispersar la parsimonia espantosa causada por las omisiones y las indecisiones, y abandonar el abismo de la indefinición, donde corrientes subrepticias enturbian el ambiente…

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