domingo, noviembre 26, 2006

El Viernes Negro

En algún lugar de la mañana, ante las puertas doradas del mercado, en largas y exasperantes filas, se congregó una multitud enajenada de compradores, manifestando así, su lealtad compulsiva a una idiosincrasia superflua…

La cena de Acción de Gracias en Norteamérica, tradición cuyo origen es esencialmente histórico, ha derivado en el Viernes Negro, una nueva costumbre sustentada en el mercado.

La venta del día siguiente al cuarto jueves de Noviembre en Norteamérica, consiste en una oferta desmesurada de productos con descuentos espectaculares; el porcentaje en la rebaja de los precios se compensa con creces mediante el estratosférico volumen de las ventas, por lo que difícilmente se registra un déficit contable, tradicionalmente expresado con números rojos.

El Viernes Negro surgió en los libros contables cuando se registraron con números negros las ganancias extraordinarias de ese día, feriado en Norteamérica.

Con la tradicional venta de Acción de Gracias se inicia la temporada navideña, reduciendo las tradiciones a eventos mercantilizados, pues las dos fechas más significativas (el Sábado previo a la Nochebuena y el Viernes Negro) coinciden con las mayores ventas del año.

Aquel legendario encuentro entre los indios americanos y los pioneros e inmigrantes europeos celebrando el levantamiento de la primera cosecha fue el motivo para el principal día festivo en Norteamérica. Por muchos años, esta celebración tuvo un matiz eminentemente sentimental porque usualmente consistía en la reunión familiar y en el reencuentro con los seres queridos.

Hasta hace poco tiempo, el transporte de pasajeros y el comercio de ropa y alimentos eran las únicas áreas económicas que osaban registrar ganancias en esos días de asueto.

Pero un buen día, surgió la flamante idea de intercambiar regalos después de la Cena de Acción de Gracias, y desde entonces, el comercio ha ido desplazando paulatinamente al motivo original de la celebración.

Hoy por hoy, poco importa quien viene a cenar, no es indispensable vestirse de gala esa noche ni expresar el cariño con bagatelas, porque lo realmente importante es levantarse temprano al día siguiente para ser los primeros en entrar al paraíso del consumo.

Ya se han generalizado las trifulcas en los centros comerciales porque los compradores enardecidos pelean entre sí por los productos y artefactos con descuentos inauditos.

Durante el Viernes Negro se manifiestan los estragos que infringe en la conciencia colectiva la actual ética del lucro. Los seres humanos se transforman en compradores compulsivos: se compra por el placer de aprovechar una mega-oferta y se adquieren productos que generalmente no se necesitan.

El fenómeno del mercado y el consumo galopante es más poderoso que la trans-culturalización. A pesar de la amalgama de las culturas en la frontera, la celebración de la cena de Acción de Gracias no ha trascendido el ámbito norteamericano; quienes lo celebran en México lo hacen por una simple imitación, sin conocimiento de causa y sin convicción.

Ah! Pero en las ventas registradas el Viernes Negro en Calexico y El Centro California, los principales protagonistas de la rebatinga fueron compatriotas y mexicalenses.

Ahora que la cultura del mercado se expande, cuando la tradición del consumo es un patrón que tiende a homogeneizarnos, es necesario recordar que el valor de los seres humanos es intangible porque nunca traspasa los límites de la piel y que es la calidad humana lo único que nos hace diferentes y nos estratifica.

Si ejercitamos el músculo atrofiado de la reflexión comprenderemos que un alma plena vive en espacios vacíos y quien más tiene es aquel que menos objetos codicia, y entonces… podremos alejarnos de las puertas doradas del mercado, y escapar de la multitud enajenada de compradores, manifestando así, el desapego a una idiosincrasia superflua…

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