lunes, noviembre 06, 2006

La Copa de Champagne

Dedicada al Prof. Antonio Castañeda
y a sus alumnos en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UABC


En algún lugar de la festividad global, cuando el mercado y el capital festejan sus afinidades, el brindis solemne se hace con una inmensa copa de champagne, cuyos crueles contornos reflejan la lejanía creciente entre la base y las burbujas…

Cuando la globalización diluye los estados nacionales, la figura presidencial adquiere una relevancia inusitada. Las atribuciones de un jefe de estado exceden, con mucho, las funciones de un gerente nacional en la administración pública.

Dirigir el destino de cien millones de mexicanos exige a un estadista con verdadera vocación social para resolver los reclamos más apremiantes de un pueblo pobre y empobrecido, a un gobernante cuya prioridad sea la seguridad y el desarrollo humano por encima de las exigencias de los mercados globales.

El régimen foxista puede jactarse de la estabilidad macroeconómica sustentada en los estándares de competitividad y en una gama de inversiones, sin embargo, su legado social es ínfimo: lacerantes rezagos en educación, salud y seguridad pública, la denigrante clasificación que se ha hecho de la pobreza para encubrir una cifra ignominiosa, un disminuido estado de derecho y un desconcertante vacío de autoridad política y moral.

La inclemente polarización es el resultado de una campaña de odios y enconos; los radicalismos predominan: el exceso de moralina y la mojigatería medieval de los cruzados oficiosos en la gobernación del país contrastan con el resentimiento de las víctimas de cacicazgos ancestrales.

La anarquía en Oaxaca es la evidencia del derrumbe de las estructuras del Priato que aún persisten gracias al criterio blandengue de la administración foxista que no asumió la responsabilidad histórica de iniciar la transición. La intervención militar es ahora una posibilidad preocupante ante el fracaso de las estrategias de indiferencia, omisión y disuasión.

Ulises Ruiz permanece en la gobernatura de Oaxaca gracias a la insuficiencia de la legislación heredada del Presidencialismo Institucionalizado, cuando el funcionamiento de la clase gobernante se regía por leyes no escritas para situaciones improbables.

La crisis de gobernabilidad surgió en Oaxaca por el resurgimiento de los métodos de control de los cacicazgos del Priato y porque la jodidez galopante es una epidemia que se cierne sobre los mexicanos.

Hoy por hoy, es urgente la renovación total del marco jurídico que actualmente regula las atribuciones y funciones de la clase gobernante, para instituir las figuras jurídicas que permitan confirmar o rescindir el mandato en función de la eficiencia, la ética y el profesionalismo demostrados por los titulares en los cargos de elección popular.

Lógicamente, esta idea se enfrenta a una oposición contundente en las esferas políticas porque nunca en la historia de nuestro país la administración pública se ha sometido al escrutinio de una auditoria cívica.

Son prioridades nacionales: la profesionalización de las funciones públicas, el escrutinio social de la gestión pública, la sana distancia entre el estado y las exigencias del mercado global; el aplazamiento de esta decisión agudizará la desigualdad social y enfatizará el deleznable criterio que sustituye a la patria por el capital, que desplaza a las leyes por los indicadores en la Bolsa de Valores, que reduce a la ciudadanía a un rubro en el activo empresarial.

La participación ciudadana en la legitimación de los mandatarios sería un contrapeso al fenómeno globalizante y podría detener el crecimiento de la marginación, la exclusión y el empobrecimiento, y tal vez… podría romper el patrón de la inmensa copa de champagne de Wade, que simboliza la distancia entre la riqueza y la miseria en los crueles contornos reflejan la lejanía creciente entre la base y las burbujas…

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