domingo, abril 08, 2007

Entre lo Sagrado y lo Profano

“No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera”.


En algún lugar maquiavélico, entre lo sagrado y lo profano, se manipulan todos los bemoles de la condición humana y se utilizan las convicciones como detonadores de la polémica; y por eso, cuando las discrepancias se agudizan y surgen los fundamentalismos, el encono entre los opuestos confrontados sólo favorece a la sombría neutralidad…
El debate sobre la despenalización del aborto ha desatado una polémica estéril polarizando a la sociedad; ha resucitado la confrontación legendaria entre creyentes y herejes, arrinconando al libre albedrío entre la ciencia y la conciencia.
Esta discordia, agudizada por los dogmas y enardecida por los radicalismos, exhibe los excesos de las instancias confrontadas: la moralina exacerbada y el fanatismo de la derecha conservadora y el liberalismo recalcitrante de una izquierda indefinida.
En un maniqueísmo posmoderno, la derecha católica y la izquierda laica se atribuyen el derecho de incursionar en la conciencia de los demás, imponiendo sus motivos, satanizando los ajenos, esparciendo intolerancia y pregonando fundamentalismos arcaicos.
Y la tensión entre los panistas y los perredistas no admite puntos intermedios porque las opciones son excluyentes e irreconciliables; mientras tanto, el tercero en la discordia, el libre albedrío, errabundo, se desplaza titubeante entre la vida y la muerte, entre la gloria y el infierno, entre el delito y el pecado.
El peso de la cruz se traduce en una culpa sin posibilidad de expiación por un pecado mortal que no es un delito entre los mortales. Los argumentos para justificar una decisión femenina implican la desventura y la desesperanza. Pero en ninguna de las alternativas posibles figuran ni la tolerancia ni la misericordia.
La espiral de enconos que ha desatado esta polémica es una consecuencia previsible e inevitable, pero ponderable en el laboratorio del Príncipe maquiavélico que manipula las creencias y las ideologías en un experimento controlado.
El único beneficiario de esta polémica se oculta más allá de la confrontación entre panistas y perredistas, se abstiene de intervenir argumentando neutralidad y asume una postura ajena al debate. Y la única víctima es la ciudadanía a quien se confunde y se confronta, vulnerando la cohesión social.
El ejercicio del libre albedrío es una cuestión de conciencia, intransferible, inalienable, impostergable, cuyas consecuencias sólo serán perceptibles en el recóndito entorno donde no existen intermediarios entre el cielo y el suelo.
Lograr el consenso respecto a la despenalización del aborto es poco menos que imposible: la moralidad y la legalidad no siempre coinciden y sus sanciones se aplican en entornos diferentes: mientras la moral flagela al espíritu, la ley impone sentencias corpóreas.
Es justo y necesario reconocer la congénita imperfección de la condición humana, pero asumiendo nuestra capacidad para comprendernos y tolerarnos, predicando con el ejemplo y atribuirle al César lo mundano y a la Divinidad lo sublime, sin caer en la tentación de los juegos maniqueos de aquellos que manipulan los dogmas para dividir a la ciudadanía.
Porque en las cuestiones de la conciencia, las imposiciones obedecen al criterio de los hombres, canonizado en doctrinas imperfectas y en leyes ambiguas que favorecen la manipulación maquiavélica y política que juega con… todos los bemoles de la condición humana y utiliza las convicciones como detonadores de la polémica; y por eso, cuando las discrepancias se agudizan y surgen los fundamentalismos, el encono entre los opuestos confrontados sólo favorece a la sombría neutralidad…

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