domingo, enero 06, 2008

El monopolio de la censura

En algún lugar de la acústica, donde deberían armonizar las voces y concatenarse las opiniones, ha resurgido la censura: esa tendencia expansiva que propaga el predominio del criterio oficial omitiendo a la crítica y exterminando al disenso…

La configuración del calderonismo como el monopolio del poder se inició incorporando a las fuerzas vivas del añejo corporativismo del priato vencido; fueron evidentes los efectos de la alianza con el sindicato de trabajadores de la educación en el resultado de la jornada electoral.

Con una estrategia hegemónica, el calderonismo pretende consolidarse como el centro neurálgico de la red de monopolios que usufructúan los recursos de la nación, y en la lista de subordinados potenciales al neo-presidencialismo figuran los concesionarios de la radio y la televisión. La reciente reforma a la legislación electoral es la evidencia contundente del predominio recuperado por el estado sobre el cuarto poder.

Como respuesta, un grupo de intelectuales solicitó un amparo contra las reformas al Código Federal de Procedimiento Electorales argumentando que “conculca su libertad de expresión y de asociación, porque nadie puede obligarlos a pertenecer a un partido a fin de defender sus ideas”.

Pero en otra trinchera la batalla está prácticamente perdida; el calderonismo incursiona en la telecracia con la incorporación de Juan Ignacio Zavala en Radiópolis, donde se ha perpetrado un auténtico atentado contra la libertad de expresión, aludiendo incompatibilidad editorial para finiquitar los contratos con los baluartes del periodismo mexicano. El caso más reciente es el de la periodista Carmen Aristegui, quien recientemente manifestó que la pelea por la libertad de expresión debe ser irrenunciable porque de su sano ejercicio depende el funcionamiento de la vida democrática.

Este incidente confirma que el calderonismo pretende asumir las anacrónicas atribuciones del presidencialismo revolucionario para adjudicarse el control de la información, para redactar la versión oficial de los hechos y editar la realidad.

Se pretende uniformar el criterio editorial para condicionar la opinión pública y proteger a la partidocracia, al clero, al ejército, esgrimiendo la censura…esa tendencia expansiva que propaga el predominio del criterio oficial omitiendo a la crítica y exterminando al disenso…

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