domingo, febrero 17, 2008

Desde siempre y desde entonces

En algún lugar del entorno, las inclemencias del clima y los caprichos de la naturaleza resucitan la legendaria fragilidad de los seres humanos: la vulnerabilidad sale de la cueva en que yacía confinada, el pánico resurge removiendo el subsuelo y sus estragos se reproducen entre los escombros y las ruinas…

El hombre trasciende al tiempo por la vigencia de sus obras: una obra de arte que logra el mismo impacto generación tras generación; una decisión cuyos efectos se perciben más allá de su época; una edificación incólume que resiste los caprichos de la naturaleza año tras año.

En la antigüedad y hasta cierto momento en la modernidad tardía, la grandeza de la humanidad se expresaba en obras inmortales. Pero ahora, tal vez por la velocidad vertiginosa con que se desplaza el tiempo, las obras han perdido aquella consistencia que las inmortalizaba. En la posmodernidad, todo es temporal, nada es indispensable, todo es desechable, nada es para siempre.

El dominio del hombre sobre el hábitat natural no será ni completo ni perdurable; aunque las manifestaciones del entorno sean esporádicas, nunca desaparecerán. El enjambre de sismos registrado en la ciudad de Mexicali, en el estado mexicano de Baja California, así lo demuestra: se registraron más de trescientas réplicas posteriores a un sismo de 5.5 en la escala Richter en el lapso de una semana, debido a una falla geológica que se origina en el volcán de Cerro Prieto, cuarenta kilómetros al sur de la ciudad.

Y con los exabruptos de la naturaleza sísmica de esta región emergió el olvido social respecto a las medidas de precaución que deben tomarse en situaciones de riesgo, quedaron expuestas las deficiencias estructurales en edificaciones de toda índole y se detectó la ausencia de rutas de evacuación y salidas de emergencia en instalaciones donde concurre una gran cantidad de usuarios.

Desde siempre, las fallas geológicas han asolado esta región, y desde entonces, sus pobladores se han adaptado a este entorno; sin embargo, la adaptación al medio ambiente no se ha reflejado en las edificaciones recientes ni en la cultura de la precaución: se ha construido sin atender a las especificaciones que la naturaleza del suelo exige respecto a los materiales, cimientos y dimensiones.

Entre innumerables planes, programas y proyectos se perdió la perspectiva y las edificaciones se incorporaron al devenir de los regímenes; con la obra pública se justifica la aplicación de los recursos del erario, se consolida la imagen del gobierno en turno y se garantiza la continuidad.

Hoy por hoy, se construye para cumplir en forma y tiempo con lo presupuestado en los planes de gobierno, aunque para lograrlo deban eludirse ciertos requerimientos técnicos. Por eso, abundan las instalaciones del sector público en pésimas condiciones: escuelas, hospitales, oficinas, dependencias y despachos de administración pública.

Pero también en los mega-proyectos de la iniciativa privada se omiten acotaciones y predomina la ética de lucro: se ignoran las limitaciones impuestas por el entorno, se evaden las dimensiones donde una vivienda adquiere dignidad, se reduce la estructura que aporta firmeza a un patrimonio y seguridad a un hogar.

Ya no se construye para soportar los embates de la naturaleza, ni para resistir las inclemencias del tiempo, mucho menos para escribir un capítulo en la historia. Ahora la construcción es un negocio lucrativo, es una ostentosa acción de gobierno, y en ambos casos, se excluye la trascendencia de las edificaciones, ya sea como patrimonio familiar o como obra pública.

La dimensión temporal de los regímenes se ha filtrado hasta los cimientos de las edificaciones, se ha extinguido el afán de trascender al tiempo y resistir al entorno, el instinto de conservación y el amparo de un hogar se someten al juego de la oferta y la demanda en un mercado inclemente como clima, insensible como el acero.

Si en los proyectos de construcción se omite la amenaza sísmica latente en esta región, la sociedad mexicalense se expondrá a una tragedia colectiva. Si se edifica solamente para justificar el gasto público y para lucrar con la necesidad de abrigo, una y otra vez resucitará la fragilidad humana… la vulnerabilidad saldrá de la cueva en que yace confinada, el pánico resurgirá removiendo el subsuelo, y sus estragos se reproducirán entre los escombros y las ruinas…

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