domingo, febrero 24, 2008

Vivir para contarlo

En algún lugar del relieve, cuando se disipa el letargo milenario y se desencadenan las fuerzas de la naturaleza, resurge el instinto y se revitaliza el influjo del entorno; y entonces, el conocimiento es el único refugio donde es posible adaptarse y sobrevivir…

El enjambre de sismos registrados en Mexicali Baja California desde del 8 de febrero ha reactivado las inercias sociales que permanecían en animación suspendida: el instinto de conservación y la imperiosa necesidad de abrigo y protección. Pero también se refrendó el valor de la información y sus efectos: el conocimiento que lo científicos han recopilado a través de los años no permite entender el entorno y adaptarnos a él.

El pánico provocado por las manifestaciones de la naturaleza sísmica de esta región, aunado al desconocimiento y a la desinformación, produjeron un sinfín de versiones alarmistas y presagios desconcertantes que se esparcieron con la velocidad de un rumor infundado.

A pesar de los esfuerzos realizados por las autoridades que integran la Unidad de Protección Civil no se contuvieron los estragos del enjambre de la desinformación y circularon diversas medidas de seguridad.

Algunos esperaban el súbito desprendimiento de la península de Baja California, otros aprovisionaron un refugio improvisado y hubo quienes advirtieron el inminente advenimiento de una catástrofe. Porque el desconocimiento de la litósfera suscitó toda clase de presagios, reacciones exacerbadas y zozobras estratosféricas.

Pero el antídoto del desconcierto es el conocimiento, la herramienta para sobrevivir en un entorno veleidoso surge de la razón instrumental, producto de la ciencia aplicada. Y la demostración que reafirma esta hipótesis sucedió en la reciente Mesa de Redacción en las instalaciones del periódico La Crónica de Baja California.

Durante la presentación de Luis Mendoza Garcilazo, Maestro en Ciencias de la Tierra del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) se produjo un sismo de 4.7 grados en la escala de Richter. Ante el asombro de todos los participantes, el científico describió tranquilamente el fenómeno sísmico y logró infundirnos la calma que las circunstancias imponían.

El comportamiento de la litósfera en el sistema de fallas de San Andrés debería incluirse en las lecciones elementales de geografía en el estado; comprendiendo las características geológicas de la región podremos edificar una ciudad más segura y construir un futuro sin grandes riesgos.

Cuando se fundó Mexicali, y hasta hace poco, no se conocía el comportamiento del suelo, pero ahora, el conocimiento generado en el CICESE deberá aplicarse en los proyectos de ingeniería, en las futuras construcciones y en la adecuación de las ya existentes.

Hoy por hoy, es imperativo conocer nuestro entorno, asimilar y aplicar los conocimientos científicos, ya sea en las instancias gubernamentales, en la iniciativa privada y en la ciudadanía. Creando conciencia a través de la ciencia, sensibilizando a la población proporcionándole el legado de los investigadores y científicos. Sólo así se evitarán, en lo humanamente posible, tragedias y calamidades.

La única facultad que compensa las carencias físicas del hombre frente a su ambiente natural es la inteligencia. Ese atributo que nos distingue de los demás seres vivos y que nos ha permitido eludir los estragos de las leyes darwinianas, sigue siendo el único recurso en pleno siglo XXI.

Por eso, más allá de las tendencias, de los regímenes y de la política, el conocimiento debería considerarse una prioridad social y no supeditarse al criterio de los gobiernos en turno. La única forma de vencer los tabúes de la ignorancia es comprendiendo las manifestaciones naturales y los fenómenos de nuestro ambiente.

Incluyendo la sismicidad en los usos y costumbres de los mexicalenses podremos grabarla en la memoria colectiva y transmitirla a futuras generaciones. El conocimiento desvanecerá los rumores y los presagios, bajo su luz se atenúan los instintos y desaparecen las supersticiones y el temor ancestral a la muerte, porque ahí se encuentra… el único refugio donde es posible adaptarse y sobrevivir…

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