domingo, noviembre 16, 2008

El poder oculto de las palabras

En algún lugar de la desventura, cuando se percibe una esperanza en el porvenir, justamente en el horizonte de las expectativas, las palabras deben despojarse de los artificios y los significados deben desnudarse; sólo entonces, el discurso público proyectará la realidad y se extenderá desde el callado suplicio cotidiano hasta la justicia social, desde la marginación hasta la igualdad…

Las albricias del triunfo electoral de Barak Obama provocaron el júbilo multitudinario porque llevaban implícito un mensaje de esperanza y reivindicación a las minorías y a los grupos marginados. En todos los rincones de la desventura se anunció el primer gran retroceso de la discriminación y del racismo en el bastión de la xenofobia.

El próximo presidente de Norteamérica es la manifestación tangible del sueño americano, la encarnación del anhelo de miles de migrantes que buscan un porvenir mejor en ese país. Sin embargo, todos los asuntos relacionados con las fronteras y los trabajadores migratorios fueron excluidos de los debates y de los discursos durante el proselitismo.

La tendencia de Obama como candidato inició como una respuesta a los reclamos de los familiares de los soldados en Irak, prometiendo un cambio a los grupos vulnerables, a las minorías marginadas y al sector flagelado por el desempleo y la crisis hipotecaria. Pero gradualmente, las propuestas se suavizaron conforme la candidatura adquiría fuerza, fondos y simpatizantes. Por eso ahora, ante el umbral del imperio, es imprescindible que Obama incluya en su discurso y en su agenda la reivindicación de la estirpe que lo llevó a la cima del poder.

El voto y la simpatía del sector hispano fueron determinantes en el resultado de los comicios del 4 de noviembre: he ahí la razón y la fuerza del proyecto de una reforma migratoria integral que presentará a Obama la Coalición por los Derechos Políticos de los Mexicanos en el Extranjero, cuya propuesta no consiste en la regularización de los ilegales en Estados Unidos, sino en institucionalizar la migración, y eliminar la persecución y la criminalización de los trabajadores migrantes.

Este mensaje llegó a Mexicali con la visita de Alan A. Benjamin, coordinador de The Organizer, periódico afín al Acuerdo Internacional de los Trabajadores y los Pueblos (AITP), y Al Rojas, representante del Frente de Mexicanos en el Exterior, quienes participaron en la Segunda Conferencia Binacional “Globalización Migración/Inmigración” en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y asistieron a una Mesa de Redacción en el periódico la Crónica de BC.

Como representantes de los trabajadores extranjeros en Norteamérica expusieron que aún predominan la explotación y la discriminación, el racismo y el abuso, el incumplimiento de las prestaciones elementales, y que estas circunstancias se extienden a los convenios conocidos como “Programa de Trabajadores Huéspedes”.

Explicaron que el deterioro de las condiciones de trabajo, incluso el fallecimiento durante las jornadas en el campo, son algunas de las consecuencias del pacto entre la Unión de Trabajadores del Campo (United Farm Workers), el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, y los empresarios del sector agrícola. Los llamados “agribusiness” actualizan las aberraciones de la explotación que se creían superadas.

Indicaron que la respuesta del gobierno estadounidense a las movilizaciones multitudinarias del 2006 fue una represión feroz contra los migrantes: redadas, ordenanzas y operativos policiacos fueron implementados para la expulsión masiva de indocumentados.

Por eso ahora, ante Obama, como la figura que concentra las esperanzas de las minorías, esperan que la realidad surja en las líneas del discurso político, que las palabras se despojen de la máscara que oculta el padecimiento de miles de trabajadores desprotegidos, y que los títulos de las reformas y programas designen su verdadera dimensión.

Porque en el discurso político las palabras adquieren una cualidad turbia y perversa para encubrir la realidad; por eso, se aprueban leyes y se implementan programas cuyo objetivo es el antónimo del título; y cuando se dice “apoyo” se promociona la “indefensión”, con el sustantivo “huésped” se ocultan mil y un abusos, por la palabra “amnistía” debe entenderse “persecución”, y bajo el ideal genérico de los “derechos” yacen las aberraciones de la explotación.

Pero las palabras se clarifican en un entorno solidario, se purifican con la velocidad de la empatía y se engrandecen por la coincidencia. Y así, en el entorno virtual se configura la multitud que el próximo 21 de enero marchará desde todos los rincones de la desventura para exigir un discurso acorde con la realidad, una cita en la agenda presidencial, un rubro en la legislación y un espacio digno en una sociedad que se ha enriquecido explotando a quienes desprecia.

En las palabras de Al Rojas, sobresale la necesidad de eliminar las etiquetas despectivas, los estigmas insultantes y los peyorativos, porque la fuerza de trabajo que ha soportado el peso de la economía estadounidense no está formada por hispanos o mexicanos, ni por latinos o sudacas, ni por ilegales o braceros, ni por indocumentados o migrantes: está formada por seres humanos dispuestos a trabajar para ganar dignamente el sustento.

La presidencia de Obama representa la realización inusitada de una ficción y es una oportunidad por mucho tiempo esperada; por primera vez, residirá en la Casa Blanca un heredero de la porción de la humanidad históricamente más ultrajada y despreciada, y es ahí, justamente en el horizonte de las expectativas, donde las palabras deben despojarse de los artificios y los significados deben desnudarse; sólo entonces, el discurso público proyectará la realidad y se extenderá desde el callado suplicio cotidiano hasta la justicia social, desde la marginación hasta la igualdad…

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