domingo, junio 10, 2012

Crónicas distritales. El verano electoral


En algún lugar fantástico y en el momento preciso,  las voluntades se sincronizan en un esfuerzo multitudinario, y no hay adversidades,  cantidades imposibles ni fechas impostergables para un mecanismo impulsado por el auténtico valor cívico…



            La ciencia ficción es el legajo del porvenir que se conoce anticipadamente; es el capítulo por excelencia de las utopías; es el género cultivado por los soñadores que se atreven a trasgredir las fronteras del tiempo; y  es el tiempo, el factor preciso e inexorable que materializa todas las ficciones y las incorpora a la realidad. Así fue desde los inicios de la Modernidad hasta el momento en que la tecnología se anticipó a cualquier pronóstico de la imaginación. El fallecimiento del escritor Ray Bradbury será uno de los hitos en el futuro que determinará el fin de la distancia entre las ficciones y las realidades. Por eso hoy, me desprendo del lastre gravitacional para emprender un viaje hacia las utopías y, en un emotivo afán, intentaré describir los esfuerzos y narrar las vicisitudes de un grupo de mexicanos. Estas crónicas no se escribirán en Marte pero registrarán las actividades en uno de los distritos electorales del país durante los días más intensos del proceso.





El verano electoral



            “Un minuto antes” el aire dominical estaba impregnado de expectación, la demora provocaba una gama inexplicable de reacciones, el aburrimiento se traducía en posturas desgarbadas y caminatas sin rumbo, el tema de las conversaciones daba giros inesperados: de la cuenta regresiva y de la larga espera a  la configuración de un nuevo orden mundial, y de ahí, a las andanzas por universos alternos.



            Súbitamente, los sueños guajiros se desvanecieron ante la vetusta figura del camión que lentamente se acercaba a la entrada del distrito. El cansancio desapareció por una ráfaga de adrenalina que infundió ánimo en todos (vocales,  consejeros, técnicos y personal de apoyo) y a pesar de la emoción colectiva, el protocolo inició con una mesurada algarabía. Los oficiales de la Marina entregaron las llaves de los candados y con una segueta se rompió el sello acerado; se abrieron las puertas y aparecieron cajas y cajas y más cajas con los materiales electorales. Bajo la estricta vigilancia de los marinos, las cajas descendieron del camión y recorrieron el breve trayecto hasta la bodega cuya puerta se cerró, se selló con la firma de los miembros del consejo. En los dos días siguientes, el distrito se transformó en un gremio artesanal por el golpeteo incesante, por las voces que dictaban cifras y los ecos que ratificaban las progresiones.  La obra  maestra consistió en estampar el sello oficial en el reverso de casi 800 mil boletas electorales y agruparlas por folio en secuencia consecutiva  para cada una de las 442  casillas, almacenarlas por orden numérico e inutilizar las sobrantes. Desde entonces, las boletas aguardan el día de los comicios bajo el resguardo militar.



            La sumatoria de todos los esfuerzos y afanes en un distrito electoral es una cifra maravillosa que refleja  una convicción auténticamente ciudadana, es el producto de la coincidencia de buenas voluntades, de miradas inquisitorias y testimonios vivenciales; no obstante, esta cantidad   suele ignorarse, minimizarse o distorsionarse en falsedades malintencionadas y declaraciones ominosas. Sólo quienes se acercan al distrito pueden constatar la extraordinaria sincronía de un esfuerzo multitudinario, de firmeza de una convicción colectiva que supera las adversidades, que logra cantidades imposibles en fechas impostergables con un mecanismo impulsado por el auténtico valor cívico…

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