En algún lugar vital,
sobre la línea del tiempo se traza una
tendencia inexorable cuando las turbulencias preceden a la calma; el destino se
encauza hacia rumbos insospechados en escenarios amenazantes y en los momentos
críticos se reinicia una secuencia infinita de contrastes…
En los periodos de crisis se
agudizan las incongruencias entre el criterio predominante y las exigencias de
la realidad, surgen demandas y necesidades que los modelos existentes son incapaces
de solventar, y entonces, por los efectos ineludibles del contraste se transita
a nuevas alternativas. La generalización de demandas insatisfechas es un
indicador del anacronismo de un sistema y desde esa perspectiva deben
analizarse las manifestaciones multitudinarias contra las medidas
gubernamentales de austeridad en Madrid, Lisboa, Varsovia, Hamburgo, Berlín y
París, donde el silencio de las mayorías no aminora la desesperanza de los
indignados.
La insuficiencia del Estado como
promotor del bienestar social es una evidencia incuestionable de su inminente
extinción. Ante el predominio de las posturas neoliberales en el hemisferio
capitalista del mundo, los Estados implementaron una serie de ajustes y
recortes presupuestarios en salud y
seguridad social. Los estados cedieron sus atribuciones en la generación y
distribución de la riqueza al sistema de mercado y ahora su funcionamiento está
condicionado por el criterio de los consorcios financieros internacionales. Los
efectos de esta tendencia se traducen en índices que califican la economía de
un país en función de la solvencia para cubrir la deuda pública y sus intereses.
Los lineamientos del mercado transformaron a los estados en agencias de negocios,
los intereses de una firma se imponen al bienestar social y la ciudadanía es el
consumidor cautivo de ideas y estereotipos.
En el paroxismo del mercado, el
comportamiento de las masas se diseña previamente y en una cruel
materialización los individuos se transforman en los componentes de una línea
infinita de producción y consumo, sujetos alienados al mercado que deberán
responsabilizarse de su bienestar. Este es el mensaje entre las líneas del
discurso del candidato republicano Mitt Romney quien califica como dependientes
del estado al 47% de la población.
Los estragos del sistema del mercado
incidieron en la mentalidad de las masas consumidoras y consumistas pero en
algún momento serán insuficientes para explicar la pérdida irrevocable de
oportunidades y el deterioro en las condiciones de subsistencia. La confrontación
del desencanto con el modelo que lo impone es el preámbulo de la transición a
un nuevo orden que encauce el destino hacia rumbos insospechados porque las
utopías germinan en escenarios amenazantes y en los momentos críticos se reinicia la
secuencia infinita de contrastes…