“Ya se ha perdido la cuenta de los muertos en las
peores maneras
que los humanos han sido capaces de inventar.
Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón,
es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones,
que los humanos han sido capaces de inventar.
Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón,
es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones,
manda matar en nombre de Dios.”
José Saramago
En algún lugar indescifrable, en los
intrincados recovecos de la condición humana yacen inalterados los vestigios de
la brutalidad; a veces emergen y atacan al raciocinio hasta extinguirlo. Y por
la victoria de la bestialidad sobre la razón se han escrito los capítulos más
aborrecibles en la historia de los hombres y de los pueblos…
Todas las cosmogonías brotaron sobre la
fas de la tierra para explicar los fenómenos de la naturaleza, para darle
significado a eventos incomprensibles y revelar los enigmas que rodean la
existencia de los hombres. En los sistemas de creencias se sustentaron los
primeros ordenamientos sociales pero también se erigieron los dogmas que trazan y agudizan
las fronteras de la fe. Las líneas imaginarias de la geografía mística dividen
al planeta en dos hemisferios esotéricos antagónicos: cristianos y musulmanes.
Las crónicas de sus enfrentamientos han
consignado los estragos del fanatismo: excesos de crueldad y ausencia absoluta
de compasión. En la furia provocada por el radicalismo religioso, los enemigos
dogmáticos no son seres humanos que profesan una fe distinta, son demonios
encarnados y es imperativo provocar un infierno en la tierra para castigarlos. Hoy
por hoy, cuando se creía que las confrontaciones dogmáticas pertenecían a un
pasado remoto, la blasfemia resurge como un pecado capital que amerita el peor
de los castigos. La divulgación de un cortometraje que satiriza la figura del
profeta Mahoma provocó protestas que se expandieron a todo el hemisferio
musulmán desencadenando la violencia y
el repudio a Norteamérica: el martes 11 de Septiembre en la ciudad libia de
Bengasi, la incursión y el ataque armado al consulado estadounidense cobró la vida del embajador Christopher Stevens.
Es cierto que los odios fundamentalistas
provocan reacciones exacerbadas, pero también es cierto que el fanatismo es una
fuente inagotable de pretextos para justificar la intervención del hemisferio
cristiano en el devenir histórico del hemisferio musulmán. Suponer que el
antagonismo de los dogmas es la única explicación a los acontecimientos que se
avecinan en el mundo islámico sería pecar de inocentes. Porque al margen de los
dogmas se erige el mercado como un poder sin fronteras que ha impregnado todos
los hemisferios ideológicos. La producción y divulgación del cortometraje “La
inocencia de los musulmanes” debe
entenderse como una estrategia de provocación, otra más y uno de los muchos intentos para imponer el canon del
mercado en hemisferio islámico, donde por mera casualidad se encuentran los
yacimientos de hidrocarburos y minerales más ricos del planeta.
El origen de esta nueva confrontación
entre cristianos y musulmanes se ubica en la glorificación del lucro, y en la
expansión del mercado como dogma del éxito reside la causa de futuros
enfrentamientos donde predominará la bestialidad sobre la razón, en el capítulo
más reciente en la tenebrosa historia de las aberraciones de los hombres y de
los pueblos…
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