En algún lugar fértil, en la callada quietud que
envuelve a la solitaria autoría del que escribe, las ideas germinan y florecen
en figuras, los conceptos y los personajes adquieren una forma arborescente que
perdurará por el influjo ético de las letras…
El
plagio es una práctica deleznable que encubre la negligencia y el escaso
discernimiento de un usurpador de ideas, es un delito equiparable al fraude
patrimonial, es la carencia absoluta de ética, una infamia al pensamiento y una
ofensa a la inteligencia que duele más que una mentada de madre en invierno.
Por la naturaleza etérea de los conceptos, el plagio sólo es sancionado en el
ámbito académico y literario porque fuera de la República de las Letras el
plagio es un vicio generalizado y
tolerado.
Cuando un distinguido jurado otorgó el
Premio Internacional de la Feria del Libro de Guadalajara al escritor Alfredo Bryce Echenique, reconocido en la República
de las Letras como un plagiario alevoso
y consuetudinario, la comunidad académica y literaria protestó en todos los
espacios de opinión condenando la infame práctica del fraude intelectual. Los
argumentos esgrimidos por los intelectuales y los escritores fueron impecables
e implacables: definieron al plagio como la “apropiación indebida e ilegal del
esfuerzo, del trabajo, de las ideas y la creatividad de los otros”, tipificaron
a los “plagiarios como delincuentes, y los delincuentes no merecen premio sino condena”. El eco de
las protestas no logró que el premio se declarara desierto pero el jurado optó
por entregarlo en una ceremonia íntima en el domicilio del escritor.
Agustín
Barrios Gómez, diputado por el PRD, en el informe de su viaje oficial a París
donde asistió al “Seminario de Alto Nivel de Parlamentarios: Mejores Políticas Públicas
para un Crecimiento Incluyente e Integridad” plagió definiciones de Wikipedia y
en “sus” conclusiones presenta el prólogo íntegro del documento titulado “Perspectivas OCDE: México
Reformas para el Cambio” publicado por esa organización. La
normatividad obliga a los diputados a presentar un reporte de las actividades
realizadas en los viajes oficiales donde explique el impacto que tuvo en su
labor legislativa. El flamante diputado intentó justificar el plagio a
Wikipedia con la naturaleza abierta y colaborativa del contenido de esa
enciclopedia virtual, argumentó que el documento de la OCDE no tiene derechos de
autor, y en un lamentable giro defensivo, indicó que el informe fue redactado
por uno de sus asistentes.
No!... Definitivamente: no sé cuál de
estas atrocidades me indigna más: el costo de enviar a los diputados a un
seminario, la incapacidad para explicar lo que entendieron, la torpeza para
reconocer las ventajas que tendrá la
información adquirida en el trabajo legislativa, la incapacidad para redactar
un informe, la negligencia de quien en realidad lo escribe, el cinismo de quien
lo presenta o la vulgaridad de las excusas, o la fragante inmunidad del plagio
cometido por el autor del susodicho reporte.
Pero el plagio, en cualquiera de sus
modalidades, exhibe la endeble formación ética de quien expropia el pensamiento
ajeno, la laxitud de la autoridad moral de quienes lo formaron, la proclividad
al delito de quienes no saben, no pueden o no quieren pensar. En la política,
en la literatura, en la academia y en
todos los ámbitos del pensamiento debe erradicarse el plagio, sólo así
germinarán nuevas ideas, florecerán figuras inéditas y el árbol imperecedero
del raciocinio se fortalecerá por el influjo ético de las letras…
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