En algún lugar del tiempo, en la víspera del nuevo
régimen se inaugura una época de implacable
renovación, y a partir de ese momento, caen y se derrumban, uno tras otro, los ídolos y los paradigmas
del sexenio anterior…
Las
transiciones en el poder suelen provocar una gama de expectativas debido a la esencia transformadora que las
caracteriza. En la tradición política mexicana los cambios y ajustes en la
administración pública iniciaban con el nuevo sexenio, era entonces cuando se
emprendía una cruzada encubierta para exhibir los excesos cometidos por la
élite que abandonaba el poder y para conjurar cualquier discrepancia con el
nuevo ideario del partido gobernante. Pero ahora, en la transición del calderonismo al
neopriísmo, el espíritu del cambio impregnó los últimos días del panismo en el
poder. Aún no concluye el periodo de la entrega y recepción de las carpetas de
la administración pública pero las diferencias entre el presidente saliente y
el presidente entrante ya se enfatizan:
Felipe Calderón se ufanó por inscribir
su nombre en la historia como el artífice de una guerra sin cuartel contra el
crimen organizado que degeneró en la violación consuetudinaria de los derechos humanos
de los civiles a quienes “protegieron” las fuerzas armadas. Antes de asumir el
poder, el neopriísmo se deslindó del rotundo fracaso de la guerra calderonista
cuando el pleno de la Cámara de
Diputados aprobó la desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública y otorga
a la Secretaría de Gobernación las facultades para mantener la seguridad y
orden público.
La fragmentación del poder en bastiones
estatales que predominó durante el panismo se diluyó cuando el Senado de la
República aprobó reformar la Ley General
de Contabilidad Gubernamental, que acota la opacidad y endeudamiento de las
entidades federativas y municipios, sometiéndolos al criterio rector de la
Secretaria de Hacienda y Crédito Público, donde también se concentrarán la gestión y vigilancia en la administración de los recursos humanos,
materiales, financieros y de los servicios generales, atribuciones de la actual Secretaría de la
Función Pública.
Para la configuración del gabinete de
Enrique Peña Nieto el Senado aprobó las reformas a la Ley del Servicio
Profesional de Carrera, lo que significa el despido de 3,937 funcionarios
y su correspondiente relevo por el nuevo personal de confianza. Los
nanócratas de Calderón, descritos como “una colección especialistas en la millonésima parte de su
materia de estudio, tan infinitesimales como su trayectoria y tan efímeros como
el parpadeo de un sexenio frustrado que surgieron como generación espontánea
porque tampoco tienen carrera de partido y que se apropiaron de las áreas clave
de gobierno” serán sustituidos por la neo tecnocracia, personajes con perfiles
desconcertantes, algunos con una trayectoria sinuosa e inverosímil que rendirán juramento
solemne en el primer minuto del primero de Diciembre.
Estos
movimientos en el legislativo vulneran el simbolismo del protocolo oficial
porque son indicadores incuestionables del retorno fáctico del neopriísmo, régimen que inicia mucho antes de la ceremonia del
cambio de poderes. En estas
circunstancias, los debates en torno a los tiempos y las circunstancias en que
Enrique Peña Nieto rendirá su protesta ante el Congreso de la Unión resultan
triviales y ociosos porque la época
implacable de la renovación sexenal se inauguró prematuramente y en el
preámbulo del neopriísmo caen y se
derrumban, uno tras otro, los ídolos y
los paradigmas del régimen anterior…
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