En algún lugar
vetusto y arcaico, entre las inercias y los vicios, uno de los gigantes del
pasado se resiste y persevera; pero la
fatalidad es inminente, la monstruosidad se enfrenta al dilema existencial y debe
adaptarse al entorno globalizante...
A la sombra del ogro filantrópico, descrito por Octavio Paz, se
consolidaron las cúpulas sindicales y la prosperidad de los líderes aumentó en
la misma proporción del control ejercido sobre la clase trabajadora. Las plazas
y los cargos se otorgaban en forma discrecional sin considerar los méritos de
los aspirantes; y así, el trabajo al servicio del estado se desprendió de la
vocación de servicio porque la simple asistencia era suficiente para devengar
el salario y exigir las prestaciones de ley.
Los conocimientos, destrezas y habilidades de los trabajadores, que
ingenuamente se requerían en la descripción de puestos, jamás fueron
considerados porque la calidad y el profesionalismo de los trabajadores nunca
fue un requisito. Por eso, cuando se
pretende instituir la calidad como criterio rector en la asignación y
conservación de puestos de trabajo, las huestes sindicalistas se dicen
agredidas.
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se ha plantado en el Zócalo capitalino, impidió el acceso al recinto legislativo y al
aeropuerto internacional de la Ciudad de México y espera la llegada de
contingentes para las marchas y movilizaciones en torno al diálogo que
sostendrán con los representantes de las Cámaras de Senadores y Diputados. Enarbolando el digno estandarte del derecho al
trabajo defienden una causa indigna: permanecer al frente de un grupo de
alumnos aun cuando carezcan de los atributos de un educador; defenderán su
plaza con la fiereza de su mediocridad porque así lo indica el memorándum de un
líder sindical; la impericia, la ignorancia o la negligencia jamás serán motivos de despido
porque no existe la unidad de medida que pueda cuantificar sus estragos de un
mal maestro en la formación de un alumno. Las escenas del plantón, del bloqueo
al recinto legislativo y las protestas son deleznables pero es imperativo
precisar que en las filas de ese contingente no hay educadores auténticos, los
profesionales en la docencia están muy lejos del desgarriate y aguardan la solución del conflicto para volver a las
aulas. Mientras una elite de porros -que no están impartiendo clases pero que
recibirán puntualmente el cheque quincenal- se dedica en cuerpo y alma a trastornar el tránsito y amedrentar a las
autoridades, miles y miles de niños pierden días de clases.
Hoy por hoy, cuando la eficiencia y la competitividad son los dogmas
vigentes, la profesionalización debe ser un atributo en todas las actividades
de la administración pública. Así como se exige la evaluación a los maestros
debería exigirse a todos los funcionarios y servidores públicos. Cuando se
establezcan y se respeten los requerimientos indispensables para cada puesto de
trabajo se dará el primer paso hacia un país mejor donde los beneficios del
trabajo se otorgan sólo a los mejores.
Con la revalorización del trabajo de desencadenaría una mutación y la monstruosa
maquinaria de un estado ineficiente, tarde o temprano deberá adaptarse al
entorno globalizante…