domingo, agosto 04, 2013

Si y solo si


“Revelar al mundo algo que le interesa profundamente y que hasta entonces ignoraba,  demostrarle que ha sido engañado en algún punto vital para sus intereses temporales o espirituales, es el mayor servicio que un ser humano

puede prestar a sus semejantes”.

John Stwart Mill

 

            En algún lugar del planeta, a través de todos los siglos ha perdurado una frontera intangible, pero contundente, en todos los pueblos, reinos y naciones; al traspasar ese límite se evaporan todas las concepciones éticas porque ahí prevalecen los intereses del poder… 

 

            El estrecho círculo del poder se ubica en una región privilegiada, alejada y ajena a la idiosincrasia social porque en ese ámbito excluyente predomina una percepción distinta que adjudica honorabilidad a los actos criminales si benefician al Estado y sólo si son cometidos por la fuerza pública; las acciones que la población califica como aborrecibles e injustificables se justifican si obedecen al criterio oficial y sólo si se realizan en la secrecía; los actos de lesa humanidad adquieren una aureola heroica si su objetivo es conjurar las amenazas al régimen y sólo si son efectivas.       

           

            Los incidentes Wikileaks y Xkeyscore exhiben las contradicciones entre la convicción de un civil y los intereses en el ámbito del poder. Cuando el marine norteamericano Bradley Manning filmó una masacre cotidiana en Irak lo hizo impulsado por una convicción  moral para revelar la crueldad excesiva en el frente de batalla. La publicación de los cables y mensajes entre dependencias gubernamentales de todo el mundo en el portal de Julian Assange descubrió una inmensa red de complicidades en la violación flagrante a todas las convenciones internacionales que defienden los derechos humanos. La convicción por el respeto a la privacidad fue el único aliciente para que Edward Snowden revelara la existencia de un inframundo cibernético dedicado al espionaje inescrupuloso en todas las modalidades de las telecomunicaciones. Manning, Assange y Snowden detectaron la vileza de las acciones gubernamentales que yace bajo el camuflaje del noble servicio por la paz y la seguridad. Enclaustrados en un limbo de la justicia encarnan la cruel ambivalencia de la verdad: algunos los consideran los héroes hípermodernos de la libertad de expresión mientras otros los condenan por traición y espionaje.

 

            Lógicamente, las dos versiones de la verdad se confrontan en la arena mediática en circunstancias inequitativas. Tras la revelación de las intercepciones de todos los mensajes en el hiperespacio, el gobierno estadounidense se justificó con el combate al terrorismo: ayer se emitió una vaga alerta mundial a los viajeros debido a la posibilidad de un atentado porque  “la inteligencia estadunidense tiene información de que Al Qaeda en Yemen estaría en las últimas etapas de la planificación de un ataque no especificado.” Y en el entorno digital,  Viktor Mayer-Schönberger, profesor de regulación y gestión en el Internet Institut de la Universidad de Oxford, declaró que las tecnologías de la información y comunicación contribuyen al “desarrollo de sofisticados sistemas de predicción de mercado” y  en un desmesurado pronóstico, el experto en informática  aseguró que la “Big Data” con todos sus  algoritmos será “un revolucionario modo de gestionar el mundo, que permitirá pronosticar posibles embarazos no deseados, tumores aún no detectados o criminales en potencia… increíble!

 

            Y así, todo se justifica: las persecuciones, el acoso, las torturas y todas las aberraciones imaginables son actos de justicia sólo si  los ejecuta el Estado; la irrupción en los mensajes y en las actividades de los cibernautas en la red o en la nube serán un indicador infalible sólo si se capitalizan en el mercado global porque en el ámbito del poder se evaporan todas las concepciones éticas y  prevalecen los intereses de una élite… 

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