domingo, agosto 25, 2013

El primer paso


En algún lugar vetusto y arcaico, entre las inercias y los vicios, uno de los gigantes del pasado se resiste y persevera;  pero la fatalidad es inminente, la monstruosidad  se enfrenta al dilema existencial y debe adaptarse al entorno globalizante...

 

A la sombra del ogro filantrópico, descrito por Octavio Paz, se consolidaron las cúpulas sindicales y la prosperidad de los líderes aumentó en la misma proporción del control ejercido sobre la clase trabajadora. Las plazas y los cargos se otorgaban en forma discrecional sin considerar los méritos de los aspirantes; y así, el trabajo al servicio del estado se desprendió de la vocación de servicio porque la simple asistencia era suficiente para devengar el salario y exigir las prestaciones de ley.  Los conocimientos, destrezas y habilidades de los trabajadores, que ingenuamente se requerían en la descripción de puestos, jamás fueron considerados porque la calidad y el profesionalismo de los trabajadores nunca fue un requisito. Por eso,  cuando se pretende instituir la calidad como criterio rector en la asignación y conservación de puestos de trabajo, las huestes sindicalistas se dicen agredidas.   

 

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)  se ha plantado en el Zócalo capitalino,  impidió el acceso al recinto legislativo y al aeropuerto internacional de la Ciudad de México y espera la llegada de contingentes para las marchas y movilizaciones en torno al diálogo que sostendrán con los representantes de las Cámaras de Senadores y Diputados.  Enarbolando el digno estandarte del derecho al trabajo defienden una causa indigna: permanecer al frente de un grupo de alumnos aun cuando carezcan de los atributos de un educador; defenderán su plaza con la fiereza de su mediocridad porque así lo indica el memorándum de un líder sindical; la impericia, la ignorancia o la  negligencia jamás serán motivos de despido porque no existe la unidad de medida que pueda cuantificar sus estragos de un mal maestro en la formación de un alumno. Las escenas del plantón, del bloqueo al recinto legislativo y las protestas son deleznables pero es imperativo precisar que en las filas de ese contingente no hay educadores auténticos, los profesionales en la docencia están muy lejos del desgarriate y aguardan  la solución del conflicto para volver a las aulas. Mientras una elite de porros       -que no están impartiendo clases pero que recibirán puntualmente el cheque quincenal- se dedica en cuerpo y alma a  trastornar el tránsito y amedrentar a las autoridades, miles y miles de niños pierden días de clases.

 

Hoy por hoy, cuando la eficiencia y la competitividad son los dogmas vigentes, la profesionalización debe ser un atributo en todas las actividades de la administración pública. Así como se exige la evaluación a los maestros debería exigirse a todos los funcionarios y servidores públicos. Cuando se establezcan y se respeten los requerimientos indispensables para cada puesto de trabajo se dará el primer paso hacia un país mejor donde los beneficios del trabajo se otorgan sólo a  los mejores. Con la revalorización del trabajo de desencadenaría una mutación y la monstruosa maquinaria de un estado ineficiente, tarde o temprano deberá adaptarse al entorno globalizante…

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