En algún lugar remoto,
entre escenas inconexas y ecos persistentes, yacen los recuerdos del terruño; el sabor
original colorea la piel, fortalece los
anhelos y ennoblece todos los esfuerzos…
Algunos
aprendieron a caminar sobre el suelo norteamericano y mezclaron las palabras de
sus padres con frases en inglés en un
vocabulario mestizo; los que llegaron siendo adolescentes se adaptaron a las
peculiaridades de un entorno diferente y hostil; todos ellos encarnan el sueño de sus padres, por
eso les llaman Dreamers y su hogar se ubica muy lejos del terruño que los vio
nacer, del que conservan imágenes vagas o recuerdos deslucidos. Son la
expresión actualizada del darwinismo porque descienden de los sobrevivientes
que lograron resistir la crueldad de la discriminación con valor y con ingenio
pero padecen el flagelo de la ausencia causado por la deportación de sus
familiares. Aguardan la aprobación de la “Dream Act”: Development, Relief and
Education for Alien Minors Act (Ley de fomento para el progreso, alivio y
educación para menores extranjeros), que otorgaría la ciudadanía estadounidense
a estudiantes indocumentados que hubiesen llegado a ese país siendo menores de
edad. Y en el 2010 le dieron forma y consistencia a sus sueños en la Alianza
Nacional de Jóvenes Inmigrantes ( NIYA).
Las
condiciones en que viven, el repudio que padecen y los estragos del estigma que
los criminaliza se desvanecen cotidianamente entre los asuntos de menor
importancia; el sufrimiento de los indocumentados es una molestia persistente
que postergaban los legisladores norteamericanos y que solían eludir los medios hasta el martes 22 de julio, cuando 9 dreamers
realizaron un temerario acto de resistencia civil. Lizbeth Mateo, Lulu Martínez, María Peniche,
Adriana Gil, Claudia Amaro, Marco Saavedra, Mario Gómez, Luis León y Ceferino
Santiago, caminaron hacia la garita de Arizona y manifestaron a los oficiales
de inmigración “que eran indocumentados, que no sentían vergüenza de serlo y
deseaban regresar al país que los vio crecer y que consideran suyo.” Fueron detenidos por agentes de la Patrulla
Fronteriza y los recluyeron en el centro de detención de Eloy, donde
permanecieron hasta el miércoles 7 de Agosto cuando se inició el proceso de
asilo y fueron liberados.
Se vislumbra la realización de un sueño
que hace años parecía imposible. En el mejor de los escenarios, serían
humanitarios los motivos para la aprobación de la “Dream Act”, pero en la
frialdad de la sociedad de mercado y en el bastión del consumismo exacerbado es
más convincente el 3.3% de crecimiento
del PIB estadounidense proyectado por la “Oficina de Presupuesto del Congreso, que
estima que la reforma migratoria, tal como ha sido aprobada en el Senado,
añadiría a la economía más de 700.000 millones de dólares en el 2023 y 1,4
billones en el 2033. También pronostica una reducción del déficit
presupuestario de 850.000 millones de dólares en los próximos veinte años y un
incremento de 300.000 millones en las arcas de la Seguridad Social. Todo ello
gracias a que la legalización de millones de personas aumentará el consumo,
facilitará la creación de nuevos negocios y acentuará la competencia y el
rendimiento de los trabajadores.”
¿Yo?...
prefiero ponderar el factor humano de las cifras y sea cual fuere el
porcentaje, quiero creer que la resultante incidirá en la revalorización de los
inmigrantes y en el reconocimiento a su contribución en la riqueza del país
extraño y hostil al que aprendieron a respetar. La dignidad debe ser el único
pasaporte para los forasteros que se
atrevieron a soñar, que conservaron el
sabor original que colorea su piel y que nunca perdieron el valor que hoy ennoblece
todos sus esfuerzos…
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