domingo, agosto 11, 2013

La encarnación de un sueño


En algún lugar remoto,  entre escenas inconexas y ecos persistentes,  yacen los recuerdos del terruño; el sabor original colorea la piel,  fortalece los anhelos y ennoblece todos los esfuerzos…

 

            Algunos aprendieron a caminar sobre el suelo norteamericano y mezclaron las palabras de sus padres con  frases en inglés en un vocabulario mestizo; los que llegaron siendo adolescentes se adaptaron a las peculiaridades de un entorno diferente y hostil;  todos ellos encarnan el sueño de sus padres, por eso les llaman Dreamers y su hogar se ubica muy lejos del terruño que los vio nacer, del que conservan imágenes vagas o recuerdos deslucidos. Son la expresión actualizada del darwinismo porque descienden de los sobrevivientes que lograron resistir la crueldad de la discriminación con valor y con ingenio pero padecen el flagelo de la ausencia causado por la deportación de sus familiares. Aguardan la aprobación de la “Dream Act”: Development, Relief and Education for Alien Minors Act (Ley de fomento para el progreso, alivio y educación para menores extranjeros), que otorgaría la ciudadanía estadounidense a estudiantes indocumentados que hubiesen llegado a ese país siendo menores de edad. Y en el 2010 le dieron forma y consistencia a sus sueños en la Alianza Nacional de Jóvenes Inmigrantes ( NIYA).

 

            Las condiciones en que viven, el repudio que padecen y los estragos del estigma que los criminaliza se desvanecen cotidianamente entre los asuntos de menor importancia; el sufrimiento de los indocumentados es una molestia persistente que postergaban los legisladores norteamericanos  y que solían eludir los medios hasta  el martes 22 de julio, cuando 9 dreamers realizaron un temerario acto de resistencia civil.  Lizbeth Mateo, Lulu Martínez, María Peniche, Adriana Gil, Claudia Amaro, Marco Saavedra, Mario Gómez, Luis León y Ceferino Santiago, caminaron hacia la garita de Arizona y manifestaron a los oficiales de inmigración “que eran indocumentados, que no sentían vergüenza de serlo y deseaban regresar al país que los vio crecer y que consideran suyo.”  Fueron detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza y los recluyeron en el centro de detención de Eloy, donde permanecieron hasta el miércoles 7 de Agosto cuando se inició el proceso de asilo y fueron liberados.

 

Se vislumbra la realización de un sueño que hace años parecía imposible. En el mejor de los escenarios, serían humanitarios los motivos para la aprobación de la “Dream Act”, pero en la frialdad de la sociedad de mercado y en el bastión del consumismo exacerbado es más convincente  el 3.3% de crecimiento del PIB estadounidense proyectado por la “Oficina de Presupuesto del Congreso, que estima que la reforma migratoria, tal como ha sido aprobada en el Senado, añadiría a la economía más de 700.000 millones de dólares en el 2023 y 1,4 billones en el 2033. También pronostica una reducción del déficit presupuestario de 850.000 millones de dólares en los próximos veinte años y un incremento de 300.000 millones en las arcas de la Seguridad Social. Todo ello gracias a que la legalización de millones de personas aumentará el consumo, facilitará la creación de nuevos negocios y acentuará la competencia y el rendimiento de los trabajadores.”

 

            ¿Yo?... prefiero ponderar el factor humano de las cifras y sea cual fuere el porcentaje, quiero creer que la resultante incidirá en la revalorización de los inmigrantes y en el reconocimiento a su contribución en la riqueza del país extraño y hostil al que aprendieron a respetar. La dignidad debe ser el único pasaporte para los forasteros  que se atrevieron a soñar, que conservaron  el sabor original que colorea su piel y que nunca perdieron el valor que hoy ennoblece todos sus esfuerzos…

 

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