domingo, noviembre 03, 2013

Imagen y semejanzas


"La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas,

güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera".

José Guadalupe Posada

 

            En algún lugar del sincretismo se diluyen las fronteras culturales para concretar todo lo intangible, las influencias se mezclan para trivializar lo sublime en colores y sabores mundanos; sólo así es posible festejar las tristezas y remontar la distancia entre el cielo y el suelo… 

           

En un planeta globalizado las festividades tienden a expandirse porque los recovecos de la condición humana son los mismos en todos los idiomas y en todos los pueblos. Hoy por hoy, la fiesta mexicana del día de los muertos es un ritual de exportación  que germinará dondequiera que se implante porque atenúa la incertidumbre al envolverla con  la bondad de un rebozo, porque ilumina un vacío irreparable con una esperanza inexplicable. Los quebrantos causados por la muerte se ridiculizan y las querencias se fortalecen cuando los recuerdos cobran vida.

 

La silueta escuálida de la calavera garbancera, creada por José Guadalupe Posada, recorre la aldea global inspirando nuevas interpretaciones del momento imposible en el que se reencuentran de los vivos y los fallecidos. Y la garbancera se siente como en casa en el inmenso territorio del mercado porque sus rasgos son, ahora, más vigentes que nunca cuando los efectos de la ética del lucro moldean  la actitud de los habitantes de la sociedad de consumo.

 

Actualmente, el predominio de un criterio aspiracional incide en las definiciones de la felicidad y el éxito; el valor que se concede a las personas depende del precio de las propiedades que ostenten. La similitud es evidente: el único atuendo de la calavera de Posada es un enorme sombrero cuya elegancia contrasta con su desnudez, y con esta vanalidad del siglo XIX, Posada criticó a todos aquellos que pretendían aparentar un estilo de vida superior. El autor la bautizó con el adjetivo “garbancera” aludiendo a las personas que renegaban de sus raíces indígenas y pretendían parecer europeos. La semejanza de la garbancera con los nativos de la globalidad reside en el desapego a los gentilicios y la sobrepoblación de avatares que personifican en la virtualidad los atributos que se carecen en la realidad. La población digital de identifica con una imagen, con un ícono que representa rasgos idealizados.

 

Y como siempre y desde entonces, ante lo inminente e irremediable resurge la efímera consistencia de lo humano. La muerte nos reduce a lo que somos en esencia: una microscópica partícula del polvo de estrellas;  y la insignificancia del tiempo se aplica en la biografía de todos por igual. Lo único que nos distingue en el páramo de la muerte es la fuerza del cariño que nos inmortaliza en un recuerdo.

 

El regalo de México a la aldea global es la calavera garbancera, una imagen insolente y trivial que atenúa el quebranto del duelo y que ridiculiza los devaneos de la condición humana porque sólo en su compañía se revierte la fatalidad para festejar las tristezas y remontar la distancia entre el cielo y el suelo… 

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