domingo, noviembre 10, 2013

Memorias de madrugada


En algún lugar del tiempo, desde la perspectiva del presente, se moldea y se reconfigura el pasado; los quebrantos se desvanecen y las vergüenzas se atenúan para soportar el lastre de los errores cometidos…

 

La memoria es un prodigio  humanizante que entrelaza los tiempos y es un mecanismo versátil y bondadoso en todos los niveles de supervivencia; es una edificación sólida aunque se ubica en un ámbito intangible,  es un recurso con límites  inconmensurables y sus efectos eluden cualquier clasificación porque los recuerdos emergen  en el momento preciso para resolver un problema pero también se transforman para endulzar sinsabores o se ocultan para aliviar una angustia.

 

Por la versatilidad deliberada de la memoria es posible modificar o minimizar los recuerdos para reescribir el pasado y así, atenuar la crueldad, la vergüenza o  el sufrimiento que alguna vez de registró en la biografía de quien recuerda. Pero las bondades de este peculiar mecanismo de defensa contra el dolor, como todas las manifestaciones de la condición humana, también se pervierte por los excesos. Es por eso que la historia de los hombres y de los pueblos se escribe con el matiz de los vencedores y ahí reside la importancia de las ruinas, los documentos y los vestigios.

 

Erigido en una madrugada, el Muro de Berlín concretó la división ideológica del mundo en capitalistas y socialistas; en aquel entonces, el nacionalismo excedió las fronteras morales para impedir y castigar cualquier  trasgresión. Derribado en una madrugada, su  renovó las esperanzas desfallecidas  cuando el imperio del mercado impregnaba todas las coordenadas del mundo.

 

Sólo un tramo de aquel muro permanece en pie como un lienzo urbano que proyecta los extremos irreconciliables de la condición humana: sobre los represivos bloques de hormigón y concreto se exhiben todos los colores y las formas de la libertad. Es la galería de arte al aire libre más extensa del mundo porque abarca 1.3 kilómetros de lo que fue el Muro de Berlín, ahora conocido como East Side Galery donde cientos de graffitis transmiten la euforía de la libertad y  las esperanzas por un mundo  mejor.

 

Hoy por hoy, la construcción  de un complejo de departamentos de lujo amenaza la permanencia de este tramo del Muro y su demolición parece inminente. Desde marzo de este año, los ciudadanos alemanes y la comunidad artística han protestado contra la constructora Maik Uwe Hinkel por el desmantelimiento de ese espacio dedicado a la  libertad de expresión. Pero además, la permanencia de ese tramo del muro es históricamente imprescindible porque el poder las ruinas reside en la materialización del pasado a través de testimonios incuestionables cuyo mensaje no admite las tergiversaciones de la memoria.  

 

            El mensaje de las ruinas es contundente porque recuerdan una y otra y otra vez, los niveles de virtud o de perversidad que ha traspasado la humanidad. Algunos, como el Muro de Berlín, son recordatorios incómodos, pero efectivos, que restringen una y otra y otra vez los violentos impulsos de dominio; son los fieles testigos del tiempo que resisten los devaneos de la memoria y que perduran como testimonio y como lastre de los errores cometidos…

 

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