En algún lugar del raciocinio, donde los argumentos se
despojan de las cifras y de los porcentajes, entre las páginas olvidadas del
canon de la justicia perduran los fundamentos de la armonía social…
Los
pormenores y las modificaciones de la carga impositiva propuesta en la reforma
hacendaria que recientemente fue aprobada en la Cámara de Diputados provocó la
confrontación de intereses en las altas esferas: el sector industrial amenaza
al poder legislativo con el retiro de sus inversiones en México.
De acuerdo con la lógica del lucro, los
voceros del sector industrial indican que si el Senado de la República aprobase
los impuestos a las bebidas azucaradas, a los alimentos chatarra y la minería,
se reduciría significativamente el nivel de sus inversiones en México; por
consiguiente, se disminuirían irremediablemente la generación de empleos y el
desarrollo de infraestructura; luego entonces, la miscelánea fiscal propuesta
tendrá un impacto recesivo y representa un riesgo que no están dispuestos a
afrontar.
Este debate proyecta el detrimento del
estado de bienestar, que hoy por hoy, es una figura en declive que se somete a
la agenda de los consorcios industriales y a las leyes del mercado. Hasta el momento,
los argumentos para desarticular los mecanismos tributarios obedecen a los
intereses financieros de las élites en el sector empresarial, industrial y
comercial, difundidos en la mediocracia. Se conocen los porcentajes en el
aumento de la carga impositiva por cada peso de utilidades, el estratosférico
nivel de las inversiones de la iniciativa privada y el peligro inminente de su
retiro, la cuantificación de la recesión para el próximo año y muchas cifras
más, pero la aplicación efectiva a los rubros del bienestar social de los
recursos obtenidos por la recaudación fiscal continua siendo una incógnita
indescifrable.
Sí!...
para comprender el factor humano de las cifras es imperativo trasladarse del
ámbito de las cuentas al entorno de los cuentos y en un ejercicio de
lingüística guajira se podrían ponderar los efectos sociales de una carga
tributaria. Y entonces, al conjugar el
verbo gobernar en el tiempo inverosímil
del hubiera, se obtendría la siguiente deducción:
Si realmente se aplicase el porcentaje
que se pregona de la inversión
gubernamental al equipamiento de hospitales públicos; si los ciudadanos
tuvieran acceso a una atención médica digna en instalaciones decorosas con
personal eficiente, (léase: que no está sujeto a periodos extenuantes e
inhumanos de trabajo); si el presupuesto destinado a la educación pública
permitiese el mantenimiento de las instalaciones; si la calidad educativa no fuese
una cláusula de una negociación sindical; si el estado fuese un auténtico
procurador de justicia; si la observancia de las leyes no admitiera
excepciones; si y solo si, los recursos
del erario se aplicasen en forma transparente, luego entonces: ningún
contribuyente se opondría a la carga impositiva.
Y continuando con la secuencia de
posibilidades inauditas: si la recaudación fiscal fuera un mecanismo para
redistribuir el ingreso, se lograría la eficiencia económica del estado; por lo tanto, se recuperarían los argumentos
olvidados del canon de la justicia; luego entonces, se reinstaurarían los fundamentos
humanitarios de la armonía social…
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