“Oh dichosa edad y siglo dichoso aquel donde saldrán a
la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en
mármoles y pintar en tablas
para memoria en
lo futuro.”
Miguel de Cervantes Saavedra
En
algún lugar remoto, sin saber cómo ni cómo no, la lucidez y la locura se
abrazaron en un relato que trascendería todas las fronteras y todas las épocas
por los benignos efectos de una sonrisa franca…
Cada
vez que he leído “El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha” imagino a
Cervantes divirtiéndose mientras escribía las aventuras del caballero andante
pero también pienso en su extremada cautela para expresar sus ideas entre los desvaríos y los
embelecos de sus personajes porque en aquel entonces, los mecanismos oficiales
de la censura inquisitoria eran atrozmente implacables. El tribunal del Santo
Oficio fue abolido en 1820 pero surgieron nuevos mecanismos de censura y control del discurso.
Es por eso que solo los temerarios se atreven a denunciar las injusticias, a
exhibir los abusos del poder, a revelar los vicios de los privilegiados. La crítica social es una convicción de alto
riesgo y los paladines de la verdad suelen se escasos y cuando ejercen su
derecho y expresan sus ideas, son señalados con índice de fuego y para
desacreditarlos se divulga una sarta de calumnias y acusaciones y se les
vulnera con malinterpretando las leyes en su contra.
“Hoy
por hoy” (expresión característica de Carmen Aristegui que me encanta y que
imito como signo de admiración) los mecanismos de la censura oficial siguen
funcionando con la misma eficiencia del pasado doblegando las leyes al capricho
de la clase gobernante para acallar las voces que se atreven a pronunciar lo
impronunciable.
Los
héroes de la crítica en la aldea global también son ingeniosos como fue el
caballero andante y sus argumentos también son tildados de locuras en un imperio
mediático donde jamás se pone el sol porque ya no existen las distancias. Los
castigos siguen siendo ejemplares como lo demuestran los procesos legales
contra Bradley Manning, Julian Assange, Edward Snow, en el ámbito
internacional, y en México, los casos de Carmen Aristegui, Isabel Arvide, Lydia
Cacho, y en Mexicali, de Jaime Delgado, director de Periodismo Negro. Pero hay
un artefacto prodigioso en la
hipermodernidad galopante que nos permite acendrar esperanzas: las denuncias
circulan en la Red y el repudio se transmite y se contagia como un virus,
tocando alguna de las fibras hasta entonces adormecidas, que es el mismo efecto
producido por la lectura del Quijote: infunde la admiración por aquellos que
denuncian las injusticias y por los que se atreven a soñar con un mundo mejor.
Esta
noche, con singular alegría retorno al
feudo de mi querida amiga Olga Angulo y participaré en el ciclo Los
Imprescindible con la charla “La crítica social en la locura de Cervantes y
la lucidez del Quijote”. Lo espero en el
Café Literario del Teatro del Estado a las 7:00 PM. Ojalá pueda acompañarnos
para descubrir los muchos y muy variados motivos de los desvaríos, los embelecos
y las arengas del caballero andante en un relato que trasciende todas las fronteras y todas las épocas por
los benignos efectos de una sonrisa
franca…
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