“Si el pasado es una ausencia que
sólo puede colmarse a través de las huellas,
las memorias públicas no forzosamente están
unidas a estas marcas” *
Eugenia Allier Montaño
En
algún lugar versátil, se configuran y reconfiguran las memorias colectivas con
los matices imperantes en una secuencia estigmatizada por la visión oficial…
Escribo en la víspera
del 2 de octubre cuando todos los inmuebles ubicados en el trayecto de las marchas
conmemorativas se pertrechan para resistir los daños de los vándalos y anárquicos
infiltrados, en una deleznable tradición que se agudiza cada año. No siempre
fue así. Recuerdo que durante muchos años el tema fue censurado y las demandas,
ninguneadas. Para evitar los claroscuros de mi memoria busqué información de
los inicios y la secuencia de las conmemoraciones del 2 de octubre; encontré un
ensayo, excelente, de Eugenia Allier Montaño (Instituto de Investigaciones Sociales
de la UNAM) que documenta brillantemente la trayectoria de la memoria colectiva
en torno a la masacre de Tlatelolco en 1968.
Desde el primer
aniversario, todavía en el régimen de Gustavo Díaz Ordaz, la esencia de las
conmemoraciones fue la petición de la libertad de los dirigentes e integrantes del
movimiento (presos en Lecumberri); eran marchas de universitarios que, invariablemente
bajo la lluvia, encendían veladoras y guardaban un minuto de silencio a las
18:10 horas; en aquel entonces persistía la versión de la conjura del comunismo
internacional contra el estado mexicano y bajo esa lógica, todo lo relacionado
con el movimiento se consideró clandestino, ilegal y hasta inmoral; la
izquierda era casi invisible y aunque el estado controlaba a la prensa y a los
medios de comunicación, en el editorial del periódico El Día, el 2 de octubre
del 1969, aparece por primera vez la consigna social de “no olvidar” que acompañará
a los manifestantes cada aniversario.
En el sexenio de
Echeverría se consuma el debilitamiento de la izquierda e inicia la
desintegración del movimiento mediante la cooptación del Estado de “amplios
sectores de los jóvenes” involucrados. En los sexenios siguientes, la marcha
conmemorativa del 2 de octubre fue el breve espacio para los reclamos sociales
de la liberación de presos políticos y la denuncia de desapariciones forzadas en la guerra sucia pero aquellas manifestaciones
nunca fueron un motivo de alarma ni el foco de atención en los gobiernos del
Priato. Fue hasta finales de los 80s cuando la
exigencia por una apertura democrática derivó en el surgimiento de la sociedad
civil que dignificó la conmemoración del 68 y en los 90s, los medios y la clase
política reivindicaron el movimiento y el reclamo era por el juicio y el
castigo a los culpables.
Ha
sido un largo y sinuoso camino. Por eso es lamentable, insufrible, el
espectáculo grotesco en el que han convertido una conmemoración histórica y un
reclamo legítimo. Me queda claro que persiste el vicio de vulgarizar la memoria
y deslegitimar los movimientos sociales con huestes de vándalos que obedecen los
matices imperantes en una secuencia estigmatizada por la visión oficial…
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