En
algún lugar improvisado, ajeno a los principios democráticos y vulnerando a la
lógica, una necedad rampante pervierte la esencia de la ley en una aberración
dominical…
Sábado
por la noche: decepcionante. En su visita a San Quintín, el presidente electo
democráticamente, Andrés Manuel López Obrador, eludió todas las preguntas sobre
la infame y antidemocrática ley Bonilla. Se declaró en huelga de entrevistas y
emprendió la graciosa huida. Dicen por ahí que quien calla, otorga; tal vez por
eso, el presidente López Obrador se deslindó de esta “chicanada” remitiendo a
la SCJN la atribución para resolverla.
Domingo
por la mañana: desconcertante. Se realiza la consulta popular sobre la extensión
de la próxima gubernatura en Baja California, el resultado no tendrá sustento
jurídico, pero será el factor determinante para que el Congreso local publique
o no una ley, que no tiene nada de legal, implementando una vulgar simulación:
si el resultado es a favor de la extensión, se publicará la ley que será
impugnada y resolverá la SCJN (cuya autonomía fue vulnerada recientemente); si
el resultado no la favorece, la ley Bonilla nunca se publicará ni tendrá
vigencia. Siguiendo esta lógica: ¿cómo para qué?
Domingo
al mediodía: insultante. El Congreso del estado incursiona en un ejercicio
seudo-infra-anti-electoral y anuncia que en las 250 casillas (atendidas y
supervisadas por quién sabe quién, sin padrón, ni registro) se recibirán los
votos de 450 mil bajacalifornianos en una violación flagrante a la constitución
y la cordura. Realmente, es un insulto a la inteligencia.
Domingo
en la tarde: aberrante. La ubicación de las casillas no atiende a ningún
criterio territorial y podría votar en cualquier casilla las veces que se me
antoje dando mi nombre y dirección. Reportan que los funcionarios en las
casillas advierten a los votantes, enfáticamente, que dos años no son
suficientes para el proyecto de gobierno que transformará Baja California.
Domingo
por la noche: incongruente. No hay ninguna plataforma para seguir el conteo de
los votos, el único ejercicio estadístico es la encuesta de salida de una firma
de consultoría y ya se vanaglorian argumentando que la opinión pública es
indispensable para legislar. Luego entonces: ¿para qué necesitamos al Congreso?
Lunes
por la mañana: indignante. Se proclama el triunfo de la extensión del mandato; en
algunos medios locales se pregona una versión apócrifa de la improcedencia de
las impugnaciones a la ley Bonilla y a todos los que critican esta grotesca farsa,
nos describen como una jauría.
Martes
por la mañana: insignificante. Según un escrutinio notariado, el 84.25% votó
por la extensión del mandato: ¿acaso la opinión de 45 mil crédulos tendría más
legitimidad que el resultado en la jornada electoral?
Martes
al mediodía: increíble. Súbitamente apareció el documento de la reforma que
estaba perdida, se entregó al Ejecutivo estatal y se publicará el viernes.
Recapitulación: alarmante. El riesgo es
inminente porque “ahora ya tenemos Estado de Derecho” y con la resolución se marcará la tendencia
respecto a las necedades rampantes que perviertan la legalidad en una
aberración sexenal…
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