martes, octubre 01, 2019

Unamita por derecho propio


Dedicada a mi amigo Antonio Castañeda de Luna

            En algún lugar académico se establecieron las fronteras de la genialidad y los requisitos de la intelectualidad; por azares del destino, la protección de la llama del saber quedó atrapada en la opacidad de los mediocres…

El 6 de agosto del 2018, todos los niños y los adultos de México nos enteramos, con singular alegría, de la admisión de Carlos Santamaría Díaz en la Facultad de Ciencias porque a sus 13 años sentó un precedente alentador como el alumno más joven que ingresa a la Universidad Nacional Autónoma de México; en aquel entonces, se creía que este niño genio sería el primero de muchos, que en las instituciones académicas se valoraban el talento y la capacidad intelectual sobre todas las cosas y que el potencial de Carlos se desarrollaría en un ambiente inclusivo y enriquecedor.

Sin embargo, desde el primer semestre en la carrera de Física Biomédica, el unamita más joven fue víctima de acoso, difamación y discriminación por su edad. Los victimarios fueron quienes deberían haberlo apoyado, pero sus profesores cedieron a la más vulgar de las envidias. La intensidad de los agravios fue en aumento: desde calificaciones injustas e injustificables y regaños, hasta una campaña en redes sociales donde se pretendía demostrar que Carlos carecía del talento y la capacidad académica indispensables para ingresar a la UNAM.

Las autoridades académicas no le concedieron ni la más mínima importancia a la denuncia de acoso presentada el 20 de agosto del 2018; se reiteró por correo electrónico el 2 de septiembre y la respuesta de Catalina Elizabeth Stern Forgach, directora de la Facultad de Ciencias, fue que se investigaría el caso. Ante la indiferencia deliberada de las autoridades académicas, Fabián Santamaría, padre de Carlos, interpuso una demanda de amparo el 10 de septiembre. Días después, la directora de la Facultad informó que sancionó con una amonestación al profesor que lanzó la campaña contra Carlos.

Y así, transcurrieron dos semestres. El 23 de septiembre de este año, el Séptimo Tribunal Colegiado en materia administrativa del Primer Circuito otorgó el amparo a Carlos y ordenó a las autoridades universitarias que implementen “las medidas de protección que garanticen el óptimo desarrollo y su pleno derecho a la educación”.

Este aberrante incidente exhibe la pobreza del espíritu de quienes deberían elevarlo en un mundo controlado por adultos donde la genialidad es cosa de iluminados o locos, pero no de niños; quiero creer que es la primera de muchas batallas contra los prejuicios, que la edad ya no será uno de los requisitos de la intelectualidad y que la genialidad de Carlos y de muchos niños mexicanos logrará deslumbrar a todas las opacidades mediocres que pretendan ignorarlos.

Al momento de firmar esta columna me enteré del fallecimiento de mi querido amigo Antonio Castañeda de Luna, a quien admiraré siempre; con su genialidad y su congruencia combatía la opacidad de la ignorancia. Seremos realistas Toño y soñaremos lo imposible…

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