Dedicada a mi amigo Antonio
Castañeda de Luna
En
algún lugar académico se establecieron las fronteras de la genialidad y los
requisitos de la intelectualidad; por azares del destino, la protección de la
llama del saber quedó atrapada en la opacidad de los mediocres…
El 6 de
agosto del 2018, todos los niños y los adultos de México nos enteramos, con
singular alegría, de la admisión de Carlos Santamaría Díaz en la Facultad de
Ciencias porque a sus 13 años sentó un precedente alentador como el alumno más
joven que ingresa a la Universidad Nacional Autónoma de México; en aquel
entonces, se creía que este niño genio sería el primero de muchos, que en las
instituciones académicas se valoraban el talento y la capacidad intelectual
sobre todas las cosas y que el potencial de Carlos se desarrollaría en un
ambiente inclusivo y enriquecedor.
Sin
embargo, desde el primer semestre en la carrera de Física Biomédica, el unamita
más joven fue víctima de acoso, difamación y discriminación por su edad. Los
victimarios fueron quienes deberían haberlo apoyado, pero sus profesores
cedieron a la más vulgar de las envidias. La intensidad de los agravios fue en
aumento: desde calificaciones injustas e injustificables y regaños, hasta una
campaña en redes sociales donde se pretendía demostrar que Carlos carecía del
talento y la capacidad académica indispensables para ingresar a la UNAM.
Las
autoridades académicas no le concedieron ni la más mínima importancia a la
denuncia de acoso presentada el 20 de agosto del 2018; se reiteró por correo
electrónico el 2 de septiembre y la respuesta de Catalina Elizabeth Stern
Forgach, directora de la Facultad de Ciencias, fue que se investigaría el caso.
Ante la indiferencia deliberada de las autoridades académicas, Fabián
Santamaría, padre de Carlos, interpuso una demanda de amparo el 10 de
septiembre. Días después, la directora de la Facultad informó que sancionó con
una amonestación al profesor que lanzó la campaña contra Carlos.
Y así, transcurrieron
dos semestres. El 23 de septiembre de este año, el Séptimo Tribunal Colegiado
en materia administrativa del Primer Circuito otorgó el amparo a Carlos y ordenó
a las autoridades universitarias que implementen “las medidas de protección que
garanticen el óptimo desarrollo y su pleno derecho a la educación”.
Este
aberrante incidente exhibe la pobreza del espíritu de quienes deberían elevarlo
en un mundo controlado por adultos donde la genialidad es cosa de iluminados o locos,
pero no de niños; quiero creer que es la primera de muchas batallas contra los
prejuicios, que la edad ya no será uno de los requisitos de la intelectualidad y
que la genialidad de Carlos y de muchos niños mexicanos logrará deslumbrar a
todas las opacidades mediocres que pretendan ignorarlos.
Al momento de firmar esta columna me enteré del
fallecimiento de mi querido amigo Antonio Castañeda de Luna, a quien admiraré
siempre; con su genialidad y su congruencia combatía la opacidad de la
ignorancia. Seremos realistas Toño y soñaremos lo imposible…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario