lunes, marzo 19, 2007

Primera llamada

En algún lugar del teatro político, cuando la función está a punto de empezar, una amalgama de claroscuros perturba el ambiente y ensombrece el escenario; pero en la densa penumbra de la tramoya, mientras se escriben las últimas líneas del drama, pende, implacable, bruñida y luminosa, la legendaria espada de Damocles…

Baja California, primera entidad con alternancia en el poder y bastión del Partido Acción Nacional, es el escenario que ahora se ensombrece por las imprecisiones y las ambigüedades de una reforma electoral deficiente, por la impericia de los operadores políticos y por el celo exacerbado de la militancia.

El tiempo transcurre inexorable y se vislumbra una lucha sin cuartel: el próximo proceso electoral en Baja California ha sido una contienda encarnizada aún antes del inicio oficial de las campañas de proselitismo.

Como preámbulo, la partidocracia ha protagonizado una insufrible secuela se eventos desafortunados: discusiones bizantinas, interpretaciones parcializadas, el jaloneo discrecional de los tiempos oficiales, acusaciones, vericuetos y el predominio del sospechosismo.

Sin embargo, el golpeteo entre los partidos es, hasta cierto punto, un sesgo inevitable de la democracia. Estas trifulcas y llamaradas de petate ya no sorprenden a nadie, pero estos episodios agudizan el desencanto de la ciudadanía.

El impacto de las campañas de encono, beligerantes y polarizantes, derivó en el hartazgo del electorado: lejos de atraer simpatizantes, los ahuyentaron. Y esa apatía generalizada que se expresa en el abstencionismo, tiende a expandirse cuando las ofensas trascienden el entorno de la partidocracia.

La prematura descalificación del Consejo Estatal Electoral por la clase política, las exigencias de la cúpula empresarial, las declaraciones del ejecutivo estatal, las restricciones por parte de la Oficialía Mayor en el presupuesto y la miserable dotación de equipo, tienen como objetivo defenestrar y desacreditar al órgano ciudadano encargado de la logística y la operación de la jornada electoral más reñida en la historia bajacaliforniana.

Desacreditar al CEE es una postura provocadora que encubre la posibilidad de pelear la elección en los tribunales electorales, más allá de las urnas.

Pero las sutilezas del destino son inexpugnables y la crónica de esta contienda aún no concluye. En todos los escenarios, el público que percibe la dramatización configura la llamada “cuarta pared”. Y la escena política no es la excepción: la ciudadanía se erige como esa cuarta pared intangible, como el espectador de un protagonismo desmesurado y una deleznable actuación.

Lo que alguna vez fue una parafernalia para legitimizar una elección de estado mediante circo, maromas y teatro ejecutados ante un auditorio cautivo, ahora es un espectáculo mediático cuyos giros dependen de la opinión pública.

Hoy por hoy, la contienda electoral será percibida, criticada y sancionada por el auditorio multitudinario de la ciudadanía, cuya responsabilidad social estriba en hacer valer su opinión.

Como espectador crítico y perceptivo, como simpatizante indeciso o militante convencido, el electorado tiene el derecho, la facultad y la responsabilidad de señalar las omisiones y los excesos que surjan durante el proceso electoral.

Y no!... No se trata de uno de mis sueños guajiros. La participación ciudadana en la construcción de la certidumbre pública es posible por la eficiencia de la tecnología móvil que capta y transmite imágenes y sonidos, y cuya cobertura ha introducido nuevos usos y costumbres.

Será la ciudadanía quien escriba el desenlace, de su voluntad al escribir la crónica dependerá que ésta sea una contienda justa y épica, una burda comedia o una estruendosa tragedia, porque en el escenario político, la opinión pública pende, implacable, bruñida y luminosa, como la legendaria espada de Damocles…

Primera llamada… Primera.

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