lunes, junio 25, 2007

Mundos Opuestos

En algún lugar de la fatalidad, muy lejos de las campañas, las promesas de los discursos se desvanecen en infortunadas coincidencias, porque fuera de los círculos del poder los ciudadanos somos vulnerables…

En las calles, los ciudadanos subsistimos expuestos a las contingencias del crimen. Unos segundos son suficientes para que cualquier infeliz amedrente a sus víctimas, las despoje sus bienes y, en el peor de los casos, las lesione ó asesine.

Y en esos momentos, la cruda realidad destroza las promesas y exhibe la vacuidad del discurso político; la seguridad pública se pierde en la ineficiencia del legajo de los delitos del orden común.

Porque con la llave de la educación no se accede a un mundo feliz, y porque ni el dinero ni las flamantes instalaciones policiacas contienen la lacerante descomposición social. Todos han fallado y nadie ha cumplido.

Por eso la ciudadanía confía más en su perro guardián, y por eso se generaliza el desencanto que se manifiesta en la apatía y el abstencionismo, profundizando el abismo que separa al inframundo de la clase gobernante y al mundo real de los ciudadanos.

Sólo quienes han sido víctimas de un delito conocen la amargura de la vulnerabilidad y la impotencia. Todos aquellos que nos prometen un mundo feliz y un porvenir color de rosa, ó azul ó rojo, deberían moderar el alcance de sus promesas, porque la única encuesta confiable es el número creciente de víctimas, para quienes los discursos políticos son una verdadera ofensa.

Quienes aspiran al poder deberían abstenerse de emitir promesas vacías y dejar de buscar culpables, porque sus consignas ofenden a una multitud de agraviados; deberían disculparse por su ineptitud y su impericia, por la indiferencia hacia el flagelo social de la delincuencia en el mundo real… donde los discursos se disuelven en infortunadas coincidencias…

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