domingo, mayo 25, 2008

El lenguaje de las paredes

“ ése es el indescifrable
misterio de las voluntades,
donde cabe una, caben millones,
el uno es igual al infinito.”
José Saramago


En algún lugar del paisaje urbano, desde la perspectiva de las calles y sobre la textura de los muros, deambulan los trazos rebeldes de un código hiriente y las líneas convexas del resentimiento; y así, en las sombras del anonimato se degrada el entorno socialmente compartido…

La relación entre el hombre y su ambiente es simbiótica, recíprocamente influye uno en el otro y la adaptación es mutua; por los efectos del ambiente en el hombre, y viceversa, surgieron los rasgos característicos de los diversos grupos sociales. La simbiosis entre el hombre y el hábitat se manifiesta en las condiciones de vida predominantes y se proyecta en el paisaje urbano.

Hoy por hoy, el ágora social se erige como un medio de expresión: las paredes, las bardas, los anuncios, los postes, y todas las superficies del espacio público ostentan garabatos que codifican una rebeldía marginal; esa escritura transgresora se exhibe en los límites de la propiedad y agrede la mirada de todos los habitantes que comparten el mismo espacio.

El graffiti es un fenómeno en que coinciden la creación y la destrucción; cuando no se produce con fines artísticos o estéticos, es la manifestación gráfica de la violencia en grado cero que surge en el anonimato por el ansia de reconocimiento; su esencia es transgresora, combativa, ilegal, subrepticia.

Como factor de identidad y cohesión, el graffiti es el lenguaje codificado de las tribus urbanas, entendidas como una respuesta simbólica al aislamiento individualista en las ciudades y a la frialdad de una sociedad extremadamente estratificada, estereotipada y excluyente. Las tribus se caracterizan por su rechazo a las instituciones, (la familia, la escuela, el gobierno), por el pesimismo sobre el futuro, y por la efervescencia de la creación efímera y del hedonismo clandestino.

Como manifestación soterrada de la tribu, el graffiti muestra una riqueza inagotable de significados y matices encriptados que el observador ajeno no puede apreciar por su desconocimiento de los códigos gramaticales y semánticos. Michel Maffesoli indica que estas expresiones pueden estar muy diferenciadas, pero su lógica es constante: el hecho de compartir un hábito, determina la identidad del grupo y permite que éste sea una protección contra la imposición, venga de donde venga.

Bajo la sombra del anonimato, las tribus urbanas han convertido a las ciudades en un lienzo inacabable para el graffiti; el daño ocasionado por esas consignas visuales afecta directamente a los propietarios, indirectamente a todos los habitantes, y por antonomasia, a la ciudad entera, al degradar el ambiente y la imagen que se proyecta.

Porque la ciudad es el foro al que concurren todos los habitantes, el escenario de las miradas caminantes, el contexto de una lectura estética a través de las imágenes en el paisaje urbano, el devenir público de la cotidianidad emocional, política, circunstancial, afectiva y efímera.

La imagen de una ciudad refleja el espíritu que predomina en su contorno territorial, proyecta las aspiraciones de los habitantes, sus esfuerzos y sus logros. Por eso, los mensajes de una minoría transgresora impactan en el ánimo de toda la comunidad, porque son una agresión continua, ostentosa, cínica e impune, y a veces, un graffiti duele más que una mentada de madre en invierno.

La imagen de la ciudad de Mexicali, deteriorada por el graffiti vandálico, no refleja la idiosincrasia ni el ánimo de sus habitantes; pero las consignas infringidas en el paisaje urbano sí denotan laxitud en la aplicación de sanciones, un vacío de autoridad que propicia y tolera la conducta transgresora de jóvenes y adolescentes.

Despojar a una ciudad de los rastros del vandalismo, expresado en el graffiti, implica el consenso y la concertación social, involucra a la ciudadanía, a las autoridades, a las instituciones, porque la limpieza del ambiente y del paisaje urbano se logrará cuando se renueve la actitud de la población, cuando resurja el respeto como valor primigenio en la convivencia social, sólo entonces podrá percibirse el aura colectiva de una población orgullosa de su terruño.

La realización de los grandes proyectos sólo es posible por el despliegue de las convicciones compartidas; el Mexicali que todos queremos emergerá del punto de encuentro donde se armonice la voluntad de todos los mexicalenses. Cuando se ejerzan el respeto y la autoridad en todos los ámbitos (en el hogar, en la escuela, en el gobierno), el espacio colectivo recobrará la pulcritud que emana y proyecta dignidad; sólo entonces, se desvanecerán los trazos rebeldes, los códigos hirientes y las líneas convexas del resentimiento…

2 comentarios:

Lázaro Buría dijo...

Es un regalo leerte, a pesar de la preceptiva que te anima a hacerlo pues la supongo excenta de dogmas. Sabes que tu manera de escribir funde a Dionisios con Apolo, lo cual no es frecuente en lo ue se lee hoy día porque siempre los autores asumen extremos. Es agradable verte defendiendo tu habitat, pero presumo que poco se puede hacer para frenar a la naturaleza humana, sobre todo cuando todo convoca al Caos que provocan las botas de los gigantes que van por el cielo dando zancadas de siete leguas. Pero admiro tu voluntad de intentarlo.

Gracias por tus palabras a mi comentario en el post anterios.

Un saludito -así dicen es La Isla Grande, que fue donde nací-.

Lázaro Buría

Laura M. López-Murillo dijo...

Gracias de nuevo Lázaro!

Es realmente reconfortante saber que mis palabras no se pierden en la inmensidad del ciberespacio.

La respuesta de un lector fortalece la vocación de las letras y la convicción de señalar lo humanamente reparable.

Un saludote desde Mexicali!