domingo, octubre 26, 2008

Hiper terrorismo

En algún lugar del hiperespacio, cuando se diluyeron las fronteras entre la realidad y las ficciones, emergió un imperio ubicuo que entronizó a la imagen como el origen y el destino de la verdad; desde entonces, deambulan en el mismo sendero las certezas absolutas y falacias atroces, los más altos preceptos y los embustes más ruines comparten el mismo rango…

Hace apenas unos días en la Red, se activó un detonante en una progresión geométrica, expandiendo factorialmente una falsa alarma: a través de una vertiginosa cadena en el correo electrónico circuló un video de nueve minutos propagando la inminencia de una conspiración para sustituir al dólar por una nueva moneda llamada “amero”; Hal Turner, el protagonista del video, advierte sobre la hecatombe del 2009 y la suplantación masiva del dólar por el amero, fijando en niveles escalofriantes la paridad entre las dos divisas.

El desconcierto implícito en este mensaje se expandió a la enésima potencia, con el agravante de las supuestas medidas de seguridad que Hal Turner publicó en su blog. Este pseudo periodista predice un clima inexorable de anarquía, caos y terror, y aconseja abandonar la ciudad, conseguir víveres y provisiones, comprar armas, aprender a cazar y perder el miedo a matar.

Sí… el rumor es infundado, la idea es descabellada, pero el motivo es espeluznante: provocar el pánico, generalizar el temor, aterrorizar a una multitud de incautos e ingenuos. Sí algún día estas acciones se tipificasen jurídicamente, equivaldrían al delito de terrorismo en su modalidad virtual, con el agravante de lesiones a la sensatez social.

La charlatanería ha existido en todos los lugares y en todas las épocas, y sus estragos varían en función del alcance de los embelecos y las supercherías. Hoy por hoy, la magnitud de los embustes es imponderable; cualquier farsante puede incursionar en la Red y circular en las autopistas de la desinformación, divulgando cualquier cantidad de imbecilidades disfrazadas de veracidad.

Los impostores deambulan vestidos de profetas en épocas de incertidumbre, provocando ansiedad y angustia, esparciendo el temor por el advenimiento de catástrofes apoteósicas, y lo que es peor, despertando el salvajismo inherente en los hombres con el pretexto del instinto de conservación.

Los embelecos y las falsas alarmas cobran sentido cuando no existen certidumbres socialmente compartidas, cuando ninguna de las instancias de poder, fáctico o legítimo, ofrece una perspectiva viable. Actualmente, abundan versiones contradictorias, se improvisan medidas correctivas ante la emergencia, pero la fuerza del mercado ha excedido cualquier intento de contenerlo.

“La conspiración del amero” que sorprendió a muchos y alarmó a cientos de usuarios en la Red, debe su éxito a las características del entorno virtual; en este incidente se confirma la sentencia de McLuhan y la espectacularidad del medio ha desplazado al contenido del mensaje. En el imperio de la imagen, en la hipermedia y en la telecracia, se ha erigido a la pantalla (del monitor o del televisor), como la única fuente de información fidedigna, tendencia capturada en la cínica frase de Brozo, el Payaso Tenebroso: “si no lo ha visto aquí (en televisión), es porque no ha sucedido”.

Pero la ofensiva contra la sensatez es una realidad. La conspiración del amero y el pánico ante la pauperización de todo el continente son embustes vertiginosos y escalofriantes, pero además, desde la trinchera de la telecracia, se difunde una melcocha de cursilerías, un merengue insufrible de fatuos alientos. En un infame testimonial de Televisa, supuestas celebridades actúan un mensaje pletórico de sentimentalismos baratos, para minimizar el impacto de la actual crisis financiera y suavizar sus estragos en la economía real, en una evidente exhibición del servilismo de la cadena al régimen.

Ya sea desde la virtualidad de la Red o a través de promocionales televisivos, el único afectado es el espectador, a quien pretenden despojar, poco a poquito, de sus atribuciones de receptor. La ofensiva contra el discernimiento es paulatina y se recrudece en esta época de crisis e incertidumbre cuando los ataques contra la capacidad crítica se implementan en varias versiones y se difunden desde varias trincheras.

¿Yo?... pues le confieso que un solo día recibí dieciocho veces la cadena con el mensaje del amero; lo alarmante fue la cantidad de los mensajes, la velocidad con que se esparce una mentira debidamente disfrazada. La madurez mental como ciudadanos del entorno digital se logrará fortaleciendo el discernimiento y reactivando el hábito de la duda, sólo así será posible conservar intacta la cordura en un mundo hiper-mediatizado… donde deambulan en el mismo sendero las certezas absolutas y falacias atroces, los más altos preceptos y los embustes más ruines comparten el mismo rango…

2 comentarios:

Lázaro Buría dijo...

Como “La conspiración del amero” no ha alcanzado a mi ordenador -y, probablemente tampoco a muchísimos otros que día a día son víctimas de intenciones parecidas gracias al "spam", !estupidés con la que algunos pretenden aumentar sus ganancia en el mercado!-, escuchando lo qué sientes cuando contemplas las "certezas absolutas y falacias atroces, (o) los más altos preceptos y los embustes más ruines..." compartiendo el mismo rango en el hiperespacio -donde se diluyen "fronteras entre la realidad y las ficciones" -como bien dices-, se me revela con más claridad lo que identifico como "código genético de los miedos" -¡porque no hay uno solo sino diversidad infinita de ellos!-. Y se me antoja que todos tienen un común denominador: "no entender". O su "alelo gemelo": "entender una parte como el todo." Ambos explican, en parte, el "fundamentalismo" que solemos "ver en otros" cuando ellos hacen "circular" su forma de relacionarse con el mundo -sea por el medio y/o canal que sea- y lo que ocurrió, ocurre o ocurrirá en él. El hecho de que actualmente estemos más expuestos a "la información", o tengamos a nuestro alcance más cantidad de ella -¡otro punto de vista posible que no disminuye la importancia de lo dicho por McLuhan!-, la posibilidad de enterarnos como "los otros" "divulgan lo que piensan", sea mediante un lenguaje "directo y/o parábolas", sólo cambia cuantitativamente lo que ya sufríamos antes, cuando conversábamos a la orilla del río mientras lavabamos la ropa. Allí, como ahora, cuando comunicábamos una cosa u otra, bien de tú a tú o para que "el público lo supiera", lo que hacíamos -y hacemos-, era y es exorcizar soledad y disminuir la intensidd agobiante que nos produce "el no saber porqué ocurre y/o existe" tal o cual "cosa", que nos atañé porque intuimos que estamos incluidos o involucrados en ella.

Presiento que todo lo anterior es cierto pues aún cuando lo que he dicho y creo que es así -¡o sea, que es verdad, o al menos mi modo de decirla!, no logro deshacerme de la idea de que alguien que lea mi opinión al respecto - en algún lugar-, me califique de charlatan, impostor o hiperterrorista. Por suerte, me tranquiliza una certeza personal e instranferible: quien o quienes lo hagan comparten conmigo el mismo miedo de no ser entendidos.

Gracias por ayudarme a conocerme mejor.


LB

Laura M. López-Murillo dijo...

Quien debe agradecer soy yo. La escritura carecería de sentido sin la respuesta de quien tiene la bondad de leerme.

Un abrazo: