domingo, abril 29, 2012

Un pequeño mundo

En algún lugar de la conciencia, en la grieta más profunda de la memoria perduran, inalterables, los momentos inscritos en la infancia…

Dicen los que saben que los niños aprenden lo que viven; afirman que su conducta es el reflejo del hogar; advierten que la infancia es el sector más vulnerable y receptivo, que por eso, los rasgos sociales se tornan grotescos cuando implican a los niños.

La infancia, como otras manifestaciones de la condición humana, se adapta a su época y a su entorno; es susceptible a las transformaciones en el estilo de vida. La versatilidad de los rasgos que definen a la infancia no es algo nuevo, la rapidez de los cambios sí lo es. En cuestión de décadas se alteraron los rangos de tiempo que solía abarcar la infancia hasta provocar una de tantas paradojas en la hipermodernidad: el periodo de la inocencia se redujo al mínimo pero la dependencia de los padres se extendió al máximo tolerable; el exceso de información ha inculcado imágenes del éxito provenientes del mercado, los héroes son personajes creados por la ética del lucro.

Hoy por hoy, los niños son tan vulnerables y susceptibles como lo han sido siempre, la diferencia de los niños hípermodernos y sus antecesores es el mensaje que reciben cotidianamente. En hogares vacíos por las exigencias laborales, la atención materna y la figura paterna fueron desplazados por las niñeras electrónicas: la televisión, los videojuegos y la Internet. En estas circunstancias, los niños están inmersos en el código del mercado, expuestos a la narco cultura, indefensos a la hostilidad del ambiente.

Y si el futuro del mundo se gesta en la niñez del presente; luego entonces, es imperativo reflexionar en la condición humana de los niños que esta sociedad está formando. Los datos y las cifras son desalentadores: en los últimos tres años se incrementó el porcentaje de menores de 12 años que consumen algún tipo de drogas; tres millones de personitas entre los 5 y los 17 años trabajan en condiciones de informalidad e ilegalidad; los niños mexicanos prefieren ser ricos y poderosos, como sicarios y narcotraficantes, que ganar un premio Nobel; uno de cada seis niños que se suicidan lo hace para escapar del bullying; sin mencionar a todas las niñas que padecen anorexia y bulimia, a todos los hijos no deseados que padecen maltrato y abuso, a los pequeños que soportan la crueldad de la intolerancia, a todos los niños abandonados y a los que viven en la calle…

Hoy por hoy, en el auge del mercado se escribe el desenlace infeliz de un cuento sin niños; los infantes de la era digital carecen del sentido de la imaginación, un daño irreversible atrofió su capacidad de asombro y el exceso de información minimiza su curiosidad intelectual; los afortunados persiguen la quimera egocéntrica de un éxito materializable y cuantificable; los desafortunados respiran indiferencia y se alimentan con las migajas de la hostilidad. La infancia abandonó el reino de los sueños para instalarse en un pequeño mundo donde se imitan y reproducen los vicios de los adultos, como lo proyecta el video “Los niños incómodos”.

Atendiendo a esta realidad insoslayable, la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica del Instituto Federal Electoral (IFE) incluyó el bullying, las balaceras, el abuso físico y sexual, la confianza en padres y maestros, la venta de drogas, las seguridad, la ecología y la visión del futuro en México en las preguntas de la Consulta Infantil y Juvenil realizada el domingo 29 de abril con la participación de pequeños ciudadanos (de 6 a 15 años).

Libre de sesgos políticos y tendencias comerciales, el resultado de esta consulta expondrá las inquietudes de la pequeña ciudadanía, permitirá conocer los efectos del desarrollo, los estragos de las carencias, el flagelo de la intolerancia y las heridas de la indiferencia que se filtraron en la conciencia de los ciudadanos del pequeño mundo. El seguimiento del resultado de esta consulta será determinante para redirigir el rumbo y rediseñar el imaginario colectivo porque en la grieta más profunda de la memoria perduran, inalterables, los momentos inscritos en la infancia…

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