domingo, mayo 06, 2012

Victoria, tragedia y farsa

En algún lugar utópico, lejos del despotismo y de la miseria, se trazaron los meridianos del progreso para extinguir los contrastes de la ignorancia; y en aquel mundo sin límites, se realizarían las grandes esperanzas en cada uno de los acordes de la sinfonía humana…

Dicen los que saben que los momentos estelares de la historia universal suelen repetirse dos veces; afirman que la primera repetición es trágica, confirman que la segunda es una farsa y sustentan este postulado con la naturaleza volátil de la memoria.

El 5 de Mayo de 1862 el ejército mexicano venció en Puebla a las fuerzas intervencionistas francesas; el estruendo de aquella victoria cubrió de gloria a las armas nacionales pero en este episodio se confirma la veleidosa naturaleza de las repeticiones en la historia: en1862 el Ejército de Oriente derrotó a los invasores extranjeros y a los conservadores mexicanos que los apoyaron; al año siguiente, la confrontación entre México y Francia se repitió como una de las grandes tragedias en la historia nacional; la caída de Puebla en 1863 fue el preludio del Segundo Imperio Mexicano coronando los esfuerzos de los conservadores.

En la magna conmemoración del 150 aniversario de la heroica batalla de Puebla se rindieron honores y ofrendas al General Ignacio Zaragoza, el estratega militar que derrotó al mejor ejército del mundo y se dramatizaron las acciones bélicas alrededor de los fuertes de Loreto y Guadalupe. Pero la farsa se transformó en un insulto a la inteligencia: Felipe Calderón, presidente de México, flamante heredero del conservadurismo y ferviente opositor al estado laico, exaltó el valor de aquellos héroes que defendieron la ideología liberal durante el régimen de Benito Juárez, cuando el laicismo se instituyó como atribución del estado.

La remembranza enfatiza el contraste en las tendencias del pensamiento y provoca un dolor ligero pero insufrible; las utopías irrealizadas lesionan la capacidad de elevar las aspiraciones. El nacionalismo fue el ideal político de la Modernidad temprana, el factor de identidad y cohesión social que sustentaba al gobierno; hoy por hoy, en plena globalización, los estados nacionales están peligro de extinción. El llamado a defender la soberanía nacional “para que ningún poder de facto intente arrebatarnos lo que es nuestro” lo emite un mandatario que concibe la administración pública como una mega agencia de negocios que oferta los recursos de su país al mejor postor.

Pero estas inconsistencias éticas pasan desapercibidas en el espectáculo mediático que comprime y trivializa las andanzas de la historia; el espíritu de una época se evapora en la parafernalia de festejos insulsos. La conmemoración de las glorias del pasado debería propiciar la reflexión, recapitular las victorias y los ideales fallidos, reconstruir aquel mundo sin límites para realizar las grandes esperanzas en cada uno de los acordes de la sinfonía humana…

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