En algún lugar virtual,
eludiendo las dimensiones y los cuantificadores se produce una reacción
espontánea: la percepción se torna colectiva y una nueva visión se configura con una diversidad
de miradas…
En la globalización, la conectividad se convirtió en una
paradoja cuando mantuvo aislados a los navegantes en un océano de información.
El triunfo de la tecnología sobre el tiempo y las distancias configuró un
planeta habitado por usuarios ensimismados y esquivos, pero en la vertiginosa secuela de avances e
innovaciones surgió un efecto imprevisto y los espectadores pasivos se
transformaron en protagonistas activos de la información.
En la aldea global las tribus son virtuales y en
México, en pleno proceso electoral, el impacto de un mensaje
en redes sociales elude los mecanismos tradicionales que controlan la opinión
pública. En la efervescencia de las
redes sociales, la militancia subrepticia impregna todos los mensajes: el
proselitismo en línea produce videos y
reflexiones que con ingenio tecnológico, traducen cifras y datos en fobias y
prejuicios. En una cadena infinita de reenvíos se distorsiona la información
para atacar al adversario, se alteran personalidades, se editan biografías y se
reescribe la historia en el afán de atraer simpatizantes.
En este contexto y en cuestión de minutos, se divulgaron
versiones encontradas de la participación de Enrique Peña Nieto, candidato a la presidencia por el Partido
Revolucionario Institucional, (PRI) en un evento con estudiantes de la
Universidad Iberoamericana (UIA). Una de las versiones pretendió exhibir el
rechazo de la comunidad estudiantil hacia Peña Nieto, ridiculizar su actuación
ante una audiencia pensante para resaltar el nivel de su acervo intelectual. En
contraste, el excesivo fervor de los
consorcios mediáticos por Peña Nieto se proyectó en la incisiva descalificación a los universitarios en
columnas, artículos, editoriales y reportajes, se les describió como “porros, fascistas,
acarreados y paleros” dispuestos a denigrar la inmaculada imagen mediática del
candidato.
Pero
sucedió lo inesperado: la realidad se incorporó a las redes sociales para
denunciar el manejo tendencioso de la información. Los testimonios de los
acontecimientos inundaron las redes sociales y en un video aparecen 131 jóvenes
que muestran su credencial indicando el número de matrícula que los acredita como
alumnos de la UIA que expresaron libremente su opinión, sus inquietudes y sus
ideas.
Y se produjo la sinergia: estudiantes de la
Universidad Anáhuac, del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), de la
Universidad del Valle de México, del Instituto Tecnológico de Estudios
Superiores de Monterrey (Itesm) y de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) se manifestaron contra la manipulación informática de los medios en
apoyo a los estudiantes de la Universidad Iberoamericana (UIA). El movimiento
se ha denominado “Soy 132” y sus participantes se identifican como “mexicanos
informados y organizados que sueñan despiertos. Cuando los medios lo callan, ellos
gritan. Si algo los entrenó para hacer esto, fue la indignación y la
injusticia”. En este incidente se aprecia la consistencia del tejido social en
la Red, de la fuerza de la empatía y la insospechada capacidad de réplica. Si el proselitismo incursionó en las redes
sociales, las reacciones
trascendieron el ágora virtual.
Pero
las bondades de la globalización y los beneficios del proselitismo en línea son
marginales, es verdad que sólo el 20% de la población tiene acceso a la Red,
pero también es cierto, que en esa minoría se propaga el germen virtual de la
cohesión social, que la percepción colectiva
exhibirá las farsas mediáticas y que una nueva visión surgirá de una
diversidad de miradas…
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