domingo, diciembre 23, 2012

La feliz coincidencia


En algún lugar recíproco y en un momento excepcional, una mirada acaricia los afanes de las palabras y con el color de esa feliz coincidencia se ilumina la soledad…

 

Después de siglos y más siglos de mutaciones y adaptaciones, acudimos puntuales a la cita con nuestros orígenes. Año tras año,  la inclemencia del invierno condiciona nuestros hábitos e influye en nuestras percepciones: buscamos instintivamente el calor del terruño, olfateamos el aroma del hogar y de  los congéneres para satisfacer la necesidad de pertenencia, que es el imperativo primigenio de todas las especies.

 

Por eso ahora, como lo hicieron mis ancestros hace millones de años, el invierno guía mis pasos y me dirige a un entorno seguro; y en un apacible remanso donde todos los riesgos se extinguen, entre las luces y las sombras del fuego hogareño se dibujan las figuras que iluminaron mi camino hasta el día de hoy.

 

Y desde la calidez de mi guarida agradezco la bondad de todas las miradas que han recorrido los afanes de mis palabras, porque sin esa maravillosa coincidencia, mis palabras carecerían de sentido y mis ideas, de destino. Agradezco el pequeño prodigio de la lectura porque le confiere forma y consistencia a mis pensamientos y porque me concede un breve espacio en su memoria.

 

La condición humana surge por la empatía, al compartir el origen y el destino, los  miedos y las incógnitas. La coincidencia nos humaniza. El prodigio de una pintura rupestre emana del mensaje que trasmite, de cada uno de los trazos que trascendieron al autor y lo enlazan con los habitantes del futuro en una comunión indescriptible. La magia de las letras surge en el preciso momento en que un lector recrea los escenarios descritos por un escritor,  cuando comparte sus angustias o experimenta sus percepciones por la virtual convergencia de los rumbos del pensamiento.

 

Hoy como siempre y desde entonces, en la reciprocidad se desvanecen los temores y se fortalecen las esperanzas; cuando una mirada acaricia los afanes de las palabras se afianzan las certidumbres, se comparten las convicciones y se iluminan las soledades  con el color de esa feliz coincidencia… 

 

Agradezco la gentileza de todos los que han compartido conmigo su experiencia y que me han acompañado en la materialización de mis sueños.

 

Agradezco a todos mis editores, a todos mis colegas y compañeros, a mis maestros y a mis alumnos por la maravillosa oportunidad de compartir mis convicciones.

 

Agradezco el color de la feliz coincidencia que nos reunió en esta columna.

 

Y a todos mis lectores, les deseo:           

 

Que la calidez acentúe todas sus palabras

 y que no existan superlativos para los sentimientos.

Que todas las esperanzas se conjuguen en el presente

y que en el futuro siempre exista un capítulo magistral por escribir.

 

Feliz Navidad!

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