domingo, diciembre 30, 2012

En la curva reincidente y excéntrica del destino


Dedicada a Víctor, a Pichy  y a Niza:

 mis  alicientes, mi inspiración y mis esperanzas.

 

            En algún lugar de la geografía humana, en los senderos más recónditos que ha trazado la genética, deambula un anhelo incesante, una inquietud que aligera todos los  presagios y  esparce intermitencias de certeza en cada gota de sangre para avanzar sin titubeos hacia el umbral incierto del porvenir…

 

            En los escenarios más grotescos de la historia cuando los caprichos del destino flagelaron a los clanes, a los pueblos y a las naciones, el espíritu humano se engrandeció y superó las circunstancias; ese extraordinario mecanismo de defensa es un vestigio instintivo que perdura en  los genes y suele desencadenarse  en situaciones amenazantes.

 

            Cuando no se vislumbran amenazas fatales ni el peligro de la extinción, la reacción defensiva es  más tenue y sus efectos,  intangibles, porque el  optimismo se esparce a todos los rincones del pensamiento infundiendo certidumbre en escenarios de zozobra absoluta. Hace miles de años alguien lo escondió en el fondo de un ánfora, algunos lo han descrito como una maravilla  mientras otros  han intentado demeritarlo adjudicándole todos los adjetivos de la ingenuidad y recientemente los científicos lo identificaron en el mapa genoma humano como una curva reincidente y excéntrica en la visión.  Yo?...  prefiero llamarla esperanza y a veces la ubico en el territorio de las utopías…

 

            Pero cual sea cual fuese el nombre y el adjetivo, el mecanismo ancestral de defensa sigue latente. Es por eso que la visión de un mañana placentero le ha infundido fortaleza a los seres humanos para soportar todas las desventuras del presente; sin la certeza de encontrar amparo, calor y felicidad en el destino sería imposible seguir adelante. Es la magia de las promesas la que agiliza los  pasos y aligera todas las cargas. Somos la única especie que sobrevive por la esperanza y por eso, de cuando en cuando, se construyen castillos en el aire.

 

            Por un augurio inexplicable los homínidos abandonaron el territorio conocido y emigraron a otros climas; la promesa de un paraíso sostiene a los desventurados y es la esperanza la que muere un instante después del creyente. Ahora, cuando todos los pronósticos inciden en la debacle del régimen del mercado, la esperanza es un imperativo social. Al margen de  la secuencia económica que ha propiciado carencias y desempleo, se necesitan arquitectos osados para diseñar el paisaje de un futuro mejor, se requieren médicos con un corazón pleno para curar el sufrimiento crónico, se solicitan educadores por vocación para sembrar curiosidades, se buscan ciudadanos auténticos para ejercer los derechos postergados de la crítica.

 

            Sí!... Un cambio así equivale a una mutación y amerita la ejecución del mecanismo de defensa, porque tarde o temprano esta crisis será una cuestión de sobrevivencia y entonces emigraremos persiguiendo una promesa, recorreremos  los senderos más recónditos que ha trazado la genética hasta encontrar  un anhelo incesante, una inquietud que aligere todos los  presagios y prodigue intermitencias de certeza en cada gota de sangre para avanzar sin titubeos hacia el umbral incierto del porvenir…

 

            Por un año nuevo pletórico de esperanzas!

 

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