Dedicada a Víctor, a Pichy y a Niza:
mis alicientes, mi inspiración y mis esperanzas.
En
algún lugar de la geografía humana, en los senderos más recónditos que ha
trazado la genética, deambula un anhelo incesante, una inquietud que aligera
todos los presagios y esparce intermitencias de certeza en cada
gota de sangre para avanzar sin titubeos hacia el umbral incierto del porvenir…
En
los escenarios más grotescos de la historia cuando los caprichos del destino
flagelaron a los clanes, a los pueblos y a las naciones, el espíritu humano se
engrandeció y superó las circunstancias; ese extraordinario mecanismo de
defensa es un vestigio instintivo que perdura en los genes y suele desencadenarse en situaciones amenazantes.
Cuando
no se vislumbran amenazas fatales ni el peligro de la extinción, la reacción
defensiva es más tenue y sus efectos, intangibles, porque el optimismo se esparce a todos los rincones del
pensamiento infundiendo certidumbre en escenarios de zozobra absoluta. Hace
miles de años alguien lo escondió en el fondo de un ánfora, algunos lo han
descrito como una maravilla mientras
otros han intentado demeritarlo
adjudicándole todos los adjetivos de la ingenuidad y recientemente los
científicos lo identificaron en el mapa genoma humano como una curva
reincidente y excéntrica en la visión. Yo?... prefiero llamarla esperanza y a veces la ubico
en el territorio de las utopías…
Pero
cual sea cual fuese el nombre y el adjetivo, el mecanismo ancestral de defensa
sigue latente. Es por eso que la visión de un mañana placentero le ha infundido
fortaleza a los seres humanos para soportar todas las desventuras del presente;
sin la certeza de encontrar amparo, calor y felicidad en el destino sería
imposible seguir adelante. Es la magia de las promesas la que agiliza los pasos y aligera todas las cargas. Somos la
única especie que sobrevive por la esperanza y por eso, de cuando en cuando, se
construyen castillos en el aire.
Por
un augurio inexplicable los homínidos abandonaron el territorio conocido y
emigraron a otros climas; la promesa de un paraíso sostiene a los desventurados
y es la esperanza la que muere un instante después del creyente. Ahora, cuando
todos los pronósticos inciden en la debacle del régimen del mercado, la
esperanza es un imperativo social. Al margen de
la secuencia económica que ha propiciado carencias y desempleo, se
necesitan arquitectos osados para diseñar el paisaje de un futuro mejor, se
requieren médicos con un corazón pleno para curar el sufrimiento crónico, se
solicitan educadores por vocación para sembrar curiosidades, se buscan
ciudadanos auténticos para ejercer los derechos postergados de la crítica.
Sí!...
Un cambio así equivale a una mutación y amerita la ejecución del mecanismo de
defensa, porque tarde o temprano esta crisis será una cuestión de sobrevivencia
y entonces emigraremos persiguiendo una promesa, recorreremos los senderos más recónditos que ha trazado la
genética hasta encontrar un anhelo
incesante, una inquietud que aligere todos los
presagios y prodigue intermitencias de certeza en cada gota de sangre
para avanzar sin titubeos hacia el umbral incierto del porvenir…
Por
un año nuevo pletórico de esperanzas!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario