domingo, junio 23, 2013

El sesgo


En algún lugar intrigante,  se fusionan las cifras y las fechas, los nombres y los cargos en cuestionamientos que sólo aceptan una respuesta; y así, con realidades esquivas y certezas improbables,  incidiendo en el pasado se pretende visualizar el porvenir…

 

            La comparación entre los pronósticos y los resultados  es inevitable en la culminación de los procesos electorales pero en la reciente elección presidencial en México la diferencia entre los votos emitidos y  los porcentajes  de las encuestas difundidas en los medios masivos fue un escándalo. El Movimiento Progresista  inició un juicio de inconformidad argumentando que las encuestas electorales fueron utilizadas como medio de publicidad o presión a favor del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI);  los siete magistrados electorales consideraron infundado el agravio y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) exoneró a las agencias encuestadoras de haber manipulado los resultados de sus estudios como forma de propaganda a favor del entonces candidato, Enrique Peña Nieto.

 

            Aún ahora, no existe consenso respecto al motivo del escándalo poselectoral: algunos se indignan por el juicio de inconformidad o por la difusión de pronósticos tendenciosos y otros se ofenden por la resolución de los magistrados pero aquel incidente reflejó el abuso en el ejercicio de las probabilidades,  la  divulgación exhaustiva de encuestas durante las campañas de proselitismo y la incorporación constante de las cifras y los porcentajes en el discurso triunfalista de los candidatos.

 

            Lejos de aminorarse, estos abusos se agudizan: en el actual proceso electoral en el estado de Baja California surgieron  empresas encuestadoras que realizan un sondeo intenso y continuo vía telefónica. Lo intrigante no son las nuevas encuestadoras ni el partido político que solicita sus servicios y tampoco la frecuencia de los sondeos.  Lo cuestionable es el sesgo de la encuesta porque la estructura  de la entrevista telefónica incluye datos que descalifican a alguno de los contendientes; las preguntas de la encuesta inician  así: “sabía usted que el candidato Fulanito hizo esto y aquello cuando fue el mero mero?” y continúan: “sabiendo esto: por quién votaría usted si las elecciones fueran el día de hoy?” y esta secuencia se repite dos o tres veces en la encuesta.

 

            La estrategia, si puede considerarse así,  consiste en “revelar” el aspecto siniestro de algún candidato o la “verdadera” intención del opositor que aspira a la victoria electoral y  pretende moldear las respuestas del entrevistado y conducir la encuesta hacia el resultado esperado. De esta forma, el resultado del sondeo será favorable y se divulgará como un logro de campaña para influir en el amplio sector de indecisos y convencer a los apáticos.  Hoy por hoy, los hogares bajacalifornianos reciben dos o tres llamadas telefónicas cada semana de empresas desconocidas solicitando la participación en una breve encuesta y la intensidad de las “revelaciones” y la frecuencia de las encuestas aumentarán en la proximidad de los comicios.

 

            Pero la causalidad también interviene en las probabilidades: cuando la aplicación tendenciosa de encuestas y el sesgo en las preguntas son evidentes el margen de error se eleva a porcentajes que inhabilitan el sondeo porque los electores entrevistados  que identifican la tendencia de la encuesta, modifican y falsean sus respuestas. Por lo tanto: el cálculo de probabilidades está doblemente sesgado y no constituye un elemento fiable para la toma de decisiones. En esta versión de las campañas negras,  el esfuerzo es inútil y provoca reacciones adversas en el electorado; a trece días de los comicios,  el único pronóstico fiable es el porcentaje del abstencionismo, que será el reflejo incuestionable del manejo caprichoso de realidades esquivas y del vano afán de incidir en el pasado para visualizar el porvenir…

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