domingo, junio 30, 2013

Detrás del arco iris


“Sostenemos como evidentes estas verdades:

que todos los hombres son creados iguales;

que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables;

que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”

Declaración de Independencia, 1776

 

            En algún lugar recóndito, secreto y esquivo, la razón y el sentimiento coinciden en el tiempo; como  evidencia de la insólita alianza, la luz se fragmenta y endulza el horizonte con un arco festivo que prodiga todos los colores de la esperanza…

 

            El devenir de los tiempos y los caprichos del progreso desplazaron la búsqueda de la felicidad de la declaración universal de los derechos humanos y del corazón de los ciudadanos del mundo en un proceso contrario a la razón que instituyó el sendero único hacia la felicidad y que impuso estigmas denigrantes a quienes seguían un camino diferente. La intolerancia que alguna vez se pretendió erradicar por las bondades de la razón adquirió la consistencia de un prejuicio generalmente aceptado y socialmente correcto.

 

            Dos siglos después y en el mismo país que proclamó la Declaración de Independencia, la madrugada del 28 de junio de 1969 en Greenwich Village, la policía realizó una redada en el bar Stonewall Inn que era propiedad de la mafia y que abría sus puertas a los homosexuales, marginados entre las minorías marginadas,  “pero aquella noche los ánimos estaban especialmente exaltados:  200 personas se encontraban en el bar y algunas  se negaron a ser identificadas y cacheadas; al parecer, una de ellas golpeó a uno de los policías con su bolso y se desencadenó un disturbio contra la policía. La noticia se extendió por el barrio y pronto cientos de personas se enfrentaron a la fuerza pública por varios días defendiendo el derecho a manifestar su orientación sexual sin ser arrestados. Al año siguiente, se realizaron los primeros desfiles del Orgullo Gay en varias ciudades para conmemorar los disturbios donde la comunidad lésbico, gay, bisexual y transgénero (LGBT)  se atrevió a defender el derecho de la igualdad que les confiere su pertenencia a la especie humana.

 

Hoy por hoy, en el reciente desfile del Orgullo Gay se celebró la decisión histórica de la Suprema Corte Estadounidense sobre la constitucionalidad de los matrimonios homosexuales. La estrella absoluta del festejo fue Edith Windsor, una viuda de 84 años cuya denuncia contra la Ley de Defensa del Matrimonio (DOMA) “generó el efecto dominó que consiguió la igualdad ante las leyes federales de las uniones de personas de mismo sexo.”   

 

Pero el arco iris no puede abarcar al mundo entero y los contrastes son inevitables: la homofobia es la principal causa de la intolerancia y de los crímenes de odio. Las expresiones beligerantes contra la comunidad LGBT surgen con repudio y violencia en todas las coordenadas del planeta, aún en los países que tradicionalmente se mantenían en la vanguardia  del pensamiento liberal. En México, no faltan las declaraciones que le atribuyen a esta minoría todas las perversiones conocidas y sobresalen los personajes políticos  que enarbolan el estandarte de la intolerancia y que, en el deleznable ejercicio de una doble y falsa moral, condenan públicamente lo que toleran y realizan en secreto.

 

Los dogmas predominantes siempre han polarizado a las naciones y a los pueblos: los criterios discriminatorios se detectan en el gentilicio griego, en la ciudadanía romana, en el culto católico, en el capitalismo industrial y ahora, en los prejuicios inquisitoriales. Siempre habrá un sector que no coincida con el criterio predominante y la calidad de las sociedades humanas residirá en su capacidad para reconocer la dignidad implícita en las diferencias y para otorgar a todos los individuos el derecho a buscar la felicidad en senderos alternativos. Hoy por hoy, es imperativo recuperar la esperanza de los firmantes de Declaración de Independencia que empeñaron su vida, su hacienda y su honor en defenderla, en uno de los momentos estelares de la humanidad cuando la luz de la razón se fragmentó para endulzar el horizonte con un arco festivo que prodiga desde entonces todos los colores de la esperanza…

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