“Ser padre o madre es el mayor acto de coraje que
alguien puede tener,
porque es exponerse a todo tipo de dolor,
principalmente el de la incertidumbre de estar
actuando correctamente
y del miedo de perder algo tan amado.”
José Saramago
En
algún lugar genético, entre los rasgos trazados durante la evolución, inmersa
en las fibras más sensibles de los progenitores, perdura una habilidad
extraordinaria que le confiere a los anhelos la consistencia de las
convicciones…
En todas
las versiones de la vida, la procreación culmina con la independencia de los
vástagos y en el preciso momento en que abandonan el nido para emprender la construcción de su destino. En el hábitat natural, la función de los
progenitores se ha mantenido inalterable pero en el entorno cultural,
susceptible a los cambios provocados en el nombre del progreso, la relación
entre padres e hijos es un reflejo de la idiosincrasia predominante que en
muchas ocasiones es totalmente ajena al mandato de la naturaleza.
Durante
la Modernidad, la función de los padres se adaptó a los paradigmas de un
entorno cambiante y esquivo. Cuando la
mujer se incorporó al sector productivo por las
exigencias de un mundo bélico se transformó la configuración de hogar.
Cuando se derrumbaron las fronteras y el mercado se erigió como el dogma
social, el hogar encontró el sustento en ciudades y países lejanos. La madre
trabajadora y el padre ausente han sido las figuras paradigmáticas en los
hogares posmodernos.
Y justamente
ahora, cuando se celebra a los padres, es imperativo reconocer que los
atributos de la maternidad y de la
paternidad se han transformado en épocas críticas y que los hogares funcionan en condiciones
distintas, no mejores ni peores, simplemente diferentes. Yo?... le confieso que
prefiero celebrar la paternidad: porque la crianza y la formación de los hijos
es una responsabilidad que excede las cuestiones de género. Una madre en la
posmodernidad cumple también con las funciones del padre y viceversa.
La
gran mayoría de los hogares en la aldea global son monoparentales: ya sea por
decisión de la madre, por el divorcio o por la ubicación de la fuente del
sustento, circunstancia que arrebata al padre del terruño. La paternidad debe
entenderse como el compromiso moral que
asumen los progenitores para formar a los hijos y convertirlos en personas
independientes, capacitándolos para buscar la felicidad Ser padre y/o madre
implica asumir las características del ejemplo con que se pretende educar a los
hijos, enfrentar las vicisitudes del destino, soportar las exigencias del
trabajo, compensar ausencias y endulzar lejanías. Esta función, que excede los
atributos tradicionales del género, implica el respeto a la individualidad de
los hijos, como seres únicos e irrepetibles con sueños y aspiraciones propias.
La
misión de los padres culmina cuando los hijos encuentran el sendero que los
conduce a su realización plena como seres humanos, cuando encuentran la
felicidad. Y entonces, la única compensación,
la más valorada y apreciada consiste en tres palabras: “te quiero papá/mamá”, que expresadas en el momento oportuno y con la
dosis exacta de agradecimiento compensan
todos los afanes, desvelos, angustias, sacrificios y ausencias, colmando
de satisfacción todos los anhelos…
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