sábado, abril 25, 2020

Apenas un suspiro


“Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla
 mientras el género humano no la escucha.”
Víctor Hugo

En algún lugar tranquilo, el silencio esparce serenidad y el aire transporta la leve sensación de confianza; la ausencia de conmociones y ruidos restablece la belleza que los caprichos humanos arrebataron a la naturaleza…

La propagación del coronavirus confinó a todos los habitantes del planeta en sus hogares. Alejados de los sitios frecuentados y distanciados los unos de los otros, permanecemos en el recinto que nos brinda protección. Mientras nos refugiamos, la naturaleza se alivia de los estragos que causamos y las especies en todo el planeta recuperan el territorio perdido.

La cuarentena le ha dado un breve alivio al planeta que recupera la calma perdida por la intromisión de los humanos, y sin su perniciosa presencia, resurge la majestuosidad de la naturaleza; el mundo entero está en calma, mejoró significativamente la calidad del aire y la contaminación por el ruido llegó a niveles ínfimos en las calles desiertas.

Y los tenues acordes de este silencio amenizan una celebración mundial: los camellos juegan en las playas vacías de Marruecos; una hermosa ballena juega, baila y se contonea en la Marina de San Carlos; los leones aprovechan la ausencia de visitantes y duermen plácidamente en uno de los caminos de Parque Nacional Kruger en Sudáfrica; una manada de elefantes atraviesa una autopista en Tailandia; los zorros se acercan curiosos a los patios y jardines en Ushuaia; un pavorreal hace gala a su nombre y se pavonea recorriendo las calles de Madrid; las focas aplauden contentas mientras toman el sol en los islotes del Pacifico… y todos ellos, disfrutan las bondades del planeta gracias a nuestra ausencia.

            Estas escenas confirman que el virus más letal en este planeta proviene del depredador más inclemente, que la invasión más cruel redujo los espacios naturales con proyectos urbanos para conglomerados bestiales. Los estragos de la humanidad en el planeta destrozaron la armonía y el equilibrio biológicos, alterando el clima y extinguiendo a las especies que no tuvieron el tiempo suficiente para mutar y adaptarse a un entorno artificialmente impuesto.

            Y así estábamos cuando llegó el Día Internacional de la Madre Tierra y en esta ocasión se enfatizaron los estragos de la devastación humana ¿Acaso esta pandemia es el eco de un reclamo que hemos ignorado en nombre del progreso? ¿Llegó el momento de enfrentar las consecuencias de nuestros excesos? ¿Nos percataremos, por fin, de los estragos del confinamiento? ¿Nos compadeceremos de todos los animales que viven cautivos y confinados?

 La advertencia es latente: Debemos cuidar a la Madre Tierra porque la posibilidad de migrar a otro planeta es realmente imposible. Las secuelas de la pandemia reconfigurarán las prioridades y las actitudes; por lo pronto, le regalamos al planeta un insólito lapso de alivio y resurge la belleza que los caprichos humanos arrebataron a la naturaleza…

            Quédese en casa: La humanidad y el planeta claman por alivio.

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