martes, junio 20, 2006

La curandera

En algún lugar de la Selva Lacandona, muy lejos de la prosperidad, vive una curandera maravillosa…
¿Que cómo llegué ahí? …
Pues, ¡no sé!
Yo andaba buscando al tal Marcos, pero el pasamontañas no me dejaba ver bien, no sé dónde perdí el rumbo y …
¡No! … No encontré a Marcos, pero la curandera me encontró a mí.

Ella me platicó que tiene la virtud de reconstruir corazones heridos, que ha enderezado muchas vidas y que conoce todos los secretos de la naturaleza humana.

Cuando ella descubrió la curiosidad en mis ojos, me hizo suspirar, y con una ramita de hierbabuena, midió la profundidad de mi desaliento.

Puso una pelotita de chicle en mi mano derecha y me dijo que la oprimiera con fuerza, para que se dibujaran las huellas dactilares de mi ingenuidad.

¿Que cuál fue el diagnóstico? …
Ella me dijo que la aspereza de la ingratitud ha lastimado mi generosidad; que mi buena voluntad se ha debilitado, porque en la mayoría de los casos, la bondad no es bien correspondida.
¿Acertada? …
¡Sí! Totalmente. La deslealtad y la ingratitud me han causado una herida tan profunda, que a veces, me arrepiento de haber sido tan benevolente con quien no lo merecía.

Le confesé mi decepción a la curandera, y ella me dijo que la memoria de los ingratos es endeble y veleidosa, y sin embargo, los efectos de una acción noble y generosa siempre perduran, a pesar de la indiferencia y el olvido.

Me dijo que ella conoce muy bien el daño que causa un corazón desagradecido, pues muchos enfermos y desventurados, humildemente han pedido su ayuda y sus consejos; pero en cuanto los desvalidos recuperan la salud y la fortuna, la soberbia les impide reconocer la bondad que han recibido.

¡Sí! …
La necesidad y la conveniencia se disfrazan de amistad… Cuando ya no hay intereses de por medio: se acaba el cariño y uno se queda chiflando en la loma con la amarga sensación de haber sido utilizado.

… ¡Oiga! ¡Tiene razón!
Todos los oportunistas usan un ábaco muy distorsionado. Si usted cree que alguno de ellos le debe un favor…¡olvídelo! Con el simple transcurso del tiempo, usted será quien salga debiendo, porque a fin de cuentas, ellos le brindaron el invaluable privilegio de ayudarlos…

¡Ya sé! ¡Ya sé!
Así es la condición humana…
¡Ah! Pero una cosa sí le digo: lo peor que puede sucederle a todos los desagradecidos, es que sigan siendo exactamente como son: advenedizos, volubles, egoístas y …

… ¡No! …
Yo ya estoy bien. Para quitarme el espanto, la curandera me dio un remedio de inhalo-terapia. Me dio una vela de esperanza y me dijo que la enciendera en una noche de Luna Menguante, para que su flama se llevara todos mis desengaños. Para sanar mis heridas, me dio unas varitas de incienso y me dijo que las encendiera en las noches de Luna Creciente.

… Pues mire: cuando se extinguió la llama de la vela, exhalé mi desconfianza; y cada vez que inhalo el incienso, se fortalece mi buena voluntad.

Desde entonces, cuando tengo que enfrentarme a la ingratitud, recuerdo los consejos de la curandera y ya no me lastima la deslealtad.

… ¡Ay! …
Pues, fíjese que no sé cómo se llama la curandera… y tampoco sé dónde encontrarla.
Usted podría preguntar por ella en San Andrés Larráinzar… o en Acteal…
Es posible que el tal Marcos ó Samuel Ruiz la conozcan…
Pero lo más seguro, es que ella lo encontrará a usted.

Viernes 26 Febrero 1999

Laura M. López Murillo
enalgunlugarlaurahotmail.com

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