miércoles, agosto 23, 2006

Dominio y alienación

En algún lugar legendario, perdido en el pasado remoto, durante el amanecer de la conciencia, el horizonte de las posibilidades del hombre se expandió en aquel instante en el que la mano se transformó en la herramienta indispensable para dominar su entorno natural y a sus congéneres.

El trabajo surgió para satisfacer la imperiosa necesidad de sobrevivir. El hombre modificó la naturaleza, la dominó y la obligó a servirle, y ésta, que es la diferencia esencial entre el hombre y los animales, es la consecuencia del trabajo humano.

Y desde entonces, el esfuerzo aplicado a una idea ha transformado el mundo en que vivimos. La esclavitud es el primer cambio social de la humanidad generado en el trabajo, y a través de la historia surgieron diferentes versiones de la esclavitud, algunas atenuadas y subrepticias, pero en todas ellas el dominio de una minoría se impone sobre los desafortunados cuya única posesión es su fuerza de trabajo

Desde la esclavitud ancestral a la servidumbre del medioevo, desde la el valor agregado de Revolución Industrial hasta el capital humano en la Globalización, el trabajo del hombre ha sido el instrumento por excelencia para dominar a los débiles. La misma brutalidad y los mismos abusos de los esclavistas del pasado se presentan ahora, sólo ha cambiado la denominación:
Los esclavos del ayer son los indocumentados de ahora.

Y de igual forma, si en el régimen de la esclavitud se registró el primer progreso económico de la humanidad, el esfuerzo de los trabajadores mexicanos indocumentados en Norteamérica ha generado los excedentes en la producción que han enriquecido a ese país.

La existencia de la explotación atraviesa con sus redes invisibles la totalidad de la existencia humana. La Ley 200 que afecta y discrimina a casi medio millón de trabajadores mexicanos en Arizona, Estados Unidos, es la más reciente manifestación de la dialéctica perversa de la condición humana: esa doble moral que convierte el trabajo en alienado no sólo por el efecto demoledor de jornadas extenuantes a las que el trabajador es sometido, sino por el efecto paradójico de condenar a la miseria a quienes producen la riqueza para otros (1).

Esa doble moral la esgrimen quienes detentan el poder y coincide con el gran triunfo de la cultura mediática que difunde la estrategia que la clase burguesa financió para aniquilar, quebrar, alienar a los trabajadores mientras los convencen de que vivir quebrados emocionalmente, sin esperanza de organización popular sin cambio de realidad, sin derecho a una vida digna, sin derechos ni medios para expresarse libremente “se puede ser feliz y agradecido” (1).

El criterio generalmente aceptado y políticamente correcto es un mecanismo de dominación, según el cual, los inmigrantes indocumentados procedentes de un país en vías de la miseria representan la parte más vulnerable de la sociedad capitalista, porque la dignidad no existe en la alienación.

La tendencia a subordinar a los débiles no se restringe a un país o a una época, porque desde siempre, se ha establecido el predominio de razas enteras sobre las demás. La discriminación es un cáncer que no hemos logrado extirpar de la naturaleza humana, porque perdura a través del tiempo, mutando y adaptándose a las circunstancias sociales.

La alineación trabaja sobre la conciencia que es también medio regulador de la actividad que ayuda a construir modelos subjetivos de la realidad objetiva (1). Tal vez, en un futuro no muy lejano, cuando ascienda al poder económico otro gigante comercial, será el criterio de la nueva potencia el modelo que determine quien es quien en el mercado del esfuerzo… y tal vez, para ese entonces, la visión perfecta será rasgada y todo lo bello y lo valioso… será amarillo!

17 de Enero del 2005

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com


(1) Filosofía de la Comunicación. Fernando Buen Abad Domínguez.

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