miércoles, agosto 23, 2006

El gigante de piel morena

“La adversidad tiene el don
de despertar los talentos que
en la prosperidad hubiesen
permanecido dormidos.”
Horacio

En algún lugar de la adversidad, en un entorno lejano y hostil, donde la discriminación transforma la identidad en un peyorativo y distorsiona el trabajo en explotación, ahí, en el horizonte de la desventura, emergió la templanza para llevar la dignidad a flor de piel…

Los migrantes indocumentados subsisten en un ambiente hostil, toleran injusticias y abusos; sin más patrimonio que su fuerza de trabajo, se someten a la explotación de sus patrones, y viven temerosos en la porción más débil de la segregación racial.

Pero así como una frontera que delimita la pobreza y el porvenir, todo en este mundo tiene un límite: y las tendencias neofascistas y xenofóbicas de los legisladores y las autoridades norteamericanas ya traspasaron los márgenes del racismo y la explotación.

Por eso, las manifestaciones de la comunidad hispana en Norteamérica a favor de los derechos de los inmigrantes y en contra de la iniciativa de ley HR4437, conocida como la Ley Sensenbrenner que criminaliza a los trabajadores indocumentados, constituyeron la evidencia, insoslayable y contundente, de las virtudes que surgen en circunstancias adversas.

Ese fue un movimiento social sin precedentes en Norteamérica: el impacto de las protestas en contra de la reforma migratoria de George Bush se expandió rápidamente a varios estados norteamericanos, y decenas de miles de latinoamericanos participaron en las marchas pacíficas en defensa de la dignidad de los inmigrantes. Fueron explícitos el poder de convocatoria, la solidaridad de la comunidad latina, y las extensas redes humanitarias que han formado los inmigrantes en el tejido social norteamericano.

Sin embargo, en esta manifestación convergen miradas y percepciones contradictorias, procedentes de realidades ajenas y excluyentes.

La administración pública reparó en la existencia de los paisanos cuando las remesas enviadas por doce millones de trabajadores mexicanos indocumentados en Norteamérica alcanzaron el segundo lugar en el ingreso nacional, solamente superado por los ingresos provenientes del petróleo. Y por eso, en el Senado Norteamericano se estudia la iniciativa de imponer un cargo adicional del 5% a las transferencias electrónicas de dinero de los indocumentados.

Desde la perspectiva de la política exterior, el fenómeno migratorio nunca ha sido prioritario para la cancillería mexicana que ha demostrado su inutilidad y sometimiento a las exigencias de los gobiernos estadounidenses. Y peor aún, se agudiza el riesgo de una intervención económica extranjera con el pretexto de fortalecer la agricultura mexicana e impulsar la creación de empleos para detener el flujo de trabajadores indocumentados a Norteamérica y solucionar el problema de la inmigración ilegal.

Desde la comodidad de las clases medias y altas, la realidad de los indocumentados se sintetiza en las imágenes de un noticiero porque viven en un mundo ajeno a la pobreza, ostentan una identidad vacía imitando modas y patrones extranjeros, son el eco inconsciente de un desdén generalizado hacia los inmigrantes; carecen de sensibilidad para solidarizarse con sus compatriotas en desgracia, pues la idea de abstenerse de cruzar la frontera para ir a comprar bagatelas o un galón de leche es una catástrofe inaudita.

Pero desde cualquier perspectiva, la comunidad de inmigrantes en Norteamérica ha manifestado lo que ninguna instancia o autoridad ha reconocido: el potencial y la influencia económica de los indocumentados en la generación de la riqueza en la nación más poderosa del mundo.

Han trascendido la frontera de la discriminación y despertaron al gigante de la raza bronce que reivindicará el color de sus nostalgias… porque allá, en el horizonte de la desventura, emergió la templanza para llevar la dignidad a flor de piel…morena!

26 de Marzo del 2006

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

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