miércoles, agosto 23, 2006

Una patria sin geografía

En algún lugar de la identidad, donde se desvanecen las coordenadas de la patria, cuando el éxodo culmina en los linderos de la marginación, trascendiendo las distancias y las diferencias, florece una nación sin territorio donde germinan las creencias y anidan las querencias, porque en el relieve de la hostilidad, la migración es una planta que sobrevive sin raíces…


La comunidad de migrantes indocumentados en Norteamérica traspasó las fronteras de las minorías en el preciso momento en que manifestó su influencia en la economía, su participación en la generación de la riqueza, su intervención en el mercado y en el funcionamiento de la sociedad que los discrimina. Hoy por hoy, los migrantes ilegales constituyen una inmensa y contundente minoría.

La relevancia que alcanzó el problema migratorio no es un avance en las relaciones bilaterales, ni el resultado de las negociaciones en la política exterior. El gobierno de Vicente Fox confundió la diplomacia con el servilismo, y la paranoica administración de George Bush buscó enemigos hasta por debajo de la tierra, en los yacimientos petroleros.

El éxito alcanzado por las movilizaciones y las manifestaciones contra la criminilización de los trabadores indocumentados se debe a la solidaridad de
todos los migrantes, al poder de convocatoria de los líderes en la comunidad hispana, y sobre todo, a la empatía que circula a través de las redes que han
trazado en el tejido social norteamericano.

El fenómeno migratorio no puede restringirse en una ley, ni limitarse a un espacio geográfico, porque corresponde a un tejido social más complejo que el encuentro de culturas diferenciadas, y sus repercusiones exceden al desencuentro de idiosincrasias. La migración es el génesis de una nación sin geografía.

Antonio Navalón conceptualiza la realidad migratoria en Tijuana como la “Tercera Nación” en cuyo espacio metafísico se fusionan y coexisten varias culturas y nacionalidades en franca indiferencia respecto a los gobiernos, las leyes y los patrones sociales.

Pero más allá de la Tercera Nación, se extiende una red de lazos afectivos que involucran a propios y extraños, a ciudadanos norteamericanos y a extranjeros ilegales.

La comunidad de migrantes hispanos que actualmente radica en Norteamérica es muy distinta a los inmigrantes que conformaron ese país. Los inmigrantes asimilaron las costumbres del país anfitrión; en cambio, los migrantes nunca renuncian a sus tradiciones y transforman en manera significativa el entorno, impregnando su espacio vital con los colores y sabores de su identidad.

Esa patria sin territorio constituye la resistencia a la asimilación cultural, porque cada migrante lleva consigo a su nación como un legado indeleble. Sin embargo, la coexistencia de identidades diferenciadas en territorio norteamericano no ha se desplazado a la confrontación.

A pesar del desdén y la discriminación de la que son objeto, la comunidad de migrantes hispanos ha logrado transformar su ambiente involucrando a los ciudadanos norteamericanos en su espacio vital. Desde los estratos sociales más desprotegidos se han tejido lazos afectivos y extensas redes de empatía.

El ejemplo más esclarecedor es el cariño de los bebés y los pequeños norteamericanos por sus niñeras mexicanas. De igual forma, los empleadores han adquirido el gusto por los sabores mexicanos y tiende a generalizarse el idioma español como segunda lengua.

Por eso, sea cual fuere el resultado de la reforma migratoria, la patria sin geografía confirmará su independencia de la leyes y de los estados, será un fenómeno global en el siglo de las migraciones… porque más allá de los linderos de la marginación, trascendiendo las distancias y las diferencias, florece una nación sin territorio donde germinan las creencias y anidan las querencias, porque en el relieve de la hostilidad, la migración es una planta que sobrevive sin raíces…

9 de Abril del 2006

Laura M López Murillo
enalgunlugarlaura@hotmail.com

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